Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige y controla nuestro colega-profesor Pedro Ojeda Escudero
CAPs. 2. 37 Y 38
Nos adentramos en el cap. 37 viendo cómo los duques ríen a mandíbula batiente a costa de D. Quijote y Sancho ya que, los planes que han urdido para ridiculizarlos, van dando sus perversos resultados. No sólo a los duques, en alguna ocasión, ha dolido la quijada de tanto reír, sino que al común de los mortales lectores nos ha pasado lo mismo.
Vemos en este capítulo lo mal que funciona el binomio o engranaje dueña-escudero.
Sancho recela de la dueña porque ha escuchado de un “boticario toledano que habla como un jilguero que donde interviniesen dueñas no podía suceder cosa buena”, y teme que le malogre la gobernabilidad de la ínsula. Por su parte, la dueña Dolorida, acusa a los escuderos de espías y levantadores de falsos testimonios, porque las tienen envidia, ya que ellas viven confortablemente en las casas principales.
De repente se oyeron pífaros y tambores, por lo que todos dedujeron que la Condesa Trifaldi se acercaba.
La duquesa pregunta al duque que si saldrían a recibirla, pero contestó antes Sancho diciendo que él lo haría por el rango de condesa de la Trifaldi, que no por el de dueña.
“Así es, como Sancho dice, -dijo el duque- veremos el talle de la condesa y por él tantearemos la cortesía que se le debe”.
Y con estos prolegómenos nos entra don Cervantes en el cap.2.38.
Donde se nos cuenta la triunfal entrada en escena de la Condesa Trifaldi, reverenciada por una docena de dueñas aspirantes a doloridas, como ella misma lo era, las cuales iniciáticas dueñas se pusieron en dos hileras para que la jefa Dolorida Mayor, pasase entre ellas. Venía la Dueña Dolorida cogida de la mano de su escudero Trifaldin de la luenga y blanca barba, además de “vestida de finísima y negra bayeta por frisar, que, a venir frisada, descubriera cada grano del grandor de un garbanzo de los buenos de Martos”. Constatamos cómo don Quijote tenía conocimiento de la ciudad y garbanzos de Martos; seguramente que la legumbre por degustación propia, y tal vez por recaudación cuando anduvo destinado en Castro del Río (Además de buenos garbanzos, esta tierra da buena gente, como nuestro amigo Manuel Tuccitano).
La cola o falda de la Trifaldi, era de tres colas o puntas, como su propio nombre indica, y de ella tomó el nombre la Condesa; ya que no gustó esta dueña-condesa de tomar el nombre de Lobuna, dado que el lobo era abundante en su dueñesco-condado. Dice Benengeli que alguna tomó el nombre de Zorruna por existir zorros-as a mansalva en el territorio de la afectada (es posible que el calificativo lleve doble significado, quizás no tengan las dueñas buena reputación...)
Salió la Trifaldi del cortejo de sus doce dueñas casi doloridas, para acercarse a los duques y don Quijote, lo cual visto por éstos, “se adelantaron obra de doce pasos a recebirla” (deducimos que el 12 es el número favorito de don Cervantes. A un servidor le nacieron los 3 churumbeles que tiene apuntados en día 12, y dos de ellos el 12 de Mayo. ¿Alguien sabe qué se celebra el 15 de Agosto del año anterior?. Pero, no divaguemos...).
Puesta de rodillas la Trifaldi ante los duques y don Quijote, como su contenido era de varón aunque su continente fuese de mujer, erró en la salutación que a ellos hizo, porque donde habita la testosterona es difícil alojar estrógenos, ya que en este supuesto el resultado sería la mezcla de Hermes con Afrodita, o sea, hermafrodita: “Vuestras grandezas sean servidas de no hacer tanta cortesía a este su criado; digo, a esta su criada porque, según soy de dolorida...”
La levantó el duque y fue a sentarla en una silla que junto a la duquesa había, y una vez hubo reposado, continuó la dolorida diciendo: “-Confiada estoy, señor poderosísimo, hermosísima señora y discretísimos circunstantes, que ha de hallar mi cuitísima en vuestros valerosísimos pechos (…) quisiera que me hicieran sabidora si está en este gremio, corro y compañía el acendradísimo caballero don Quijote de la Manchísima y su escuderísimo Panza.”
“-El Panza -antes que otro respondiese, dijo Sancho- aquí esta, y el don Quijotísimo asimismo; y así, podréis, dolorosísima dueñísima, decir lo que quisieridísimis, que todos estamos prontos y aparejadísimos a ser vuestros servidorísimos.” (se le pas´o por alto a la Dolorida superlativizar a Sancho como Panc´isimo).
Ofreció don Quijote su brazo y todo su cuerpo para socorrer a tan dolorida señora, pues para socorrer viudas, huérfanos y toda clase de menesterosos había hecho él voto casto y perpetuo de Caballero Andante.
Entonces ella inicia el relato de la descripción de su desgracia: “-«Del famoso reino de Candaya, que cae entre la gran Trapobana y el mar del Sur, dos leguas más allá del cabo Comorín, fue señora la reina doña Maguncia, viuda del rey Archipiela, su señor y marido, de cuyo matrimonio tuvieron y procrearon a la infanta Antonomasia, heredera del reino, la cual dicha infanta Antonomasia se crió y creció debajo de mi tutela y doctrina…”
Resulta que la Infanta Antonomasia, una vez que ha cumplido los 14 años (se nota una vez más la preferencia en la época por las jovencitas), supera en belleza a todos los elementos del femenino género, con el agravante de tener alborotado a todo el gallinero varonil de la comarca “de ella se enamoró infinito número de príncipes”, pero uno sólo fue el que cantó de forma adecuada.
Pero, como la niña se resistía al “maromo”, llamado don Clavijo, no tuvo más remedio éste que conquistar primero a la (vieja) dueña, quien cayó rápidamente en las redes de don Clavijo.
Ahora se lamenta ella de la poca resistencia que opuso al conquistador, pero es que, según ella, el “gachó” “cantaba de perlas con una voz de almíbar” cantes o “seguidillas”(muy populares en tiempos de Cervantes) que a ella la derretían. Si hubieran hecho caso de Platón, estos poetas los hubieran desterrado a la isla de los lagartos, se lamentaba la Trifaldi cuando ya no había remedio.
“Él me aduló el entendimiento y me rindió la voluntad”, se justificaba ella, “que no me rindieron los versos, sino mi simplicidad; no me ablandaron las músicas, sino mi liviandad”. Añadiendo que su mucha ignorancia y poco advertimiento “abrieron el camino y desembarazaron la senda a los pasos de don Clavijo”. Este tal Clavijo, haciendo honor a su nombre, clavó un clavo en tierra fértil, dejando a la Infanta Antonomasia embarazadísima. Quedando la Dueña Trifaldi “compuesta y sin novio”.