sábado, 27 de noviembre de 2010

DE LA VIRTUD (Y CONVENIENCIA) DE REIRSE DE UNO MISMO (Reposición)


                                                clic a la imagen que se resiste
Unamuno elogió la virtud de reirse de uno mismo y aconsejó que: “todos deberíamos aprender a ponernos en ridículo ante los demás”. Para ilustrar esta idea utilizó la siguiente anécdota: “Murió D. Quijote y bajó a los infiernos, y entró en ellos lanza en ristre, y libertó a todos los condenados, como a los galeotes. Cerró sus puertas y quitando de ellas el rótulo que allí viera el Dante – Abandona todas tus ilusiones – puso el que decía: !Viva la esperanza!, y escoltado por los libertados , que de él se reían , se fue al cielo” ( Luís Rojas Marcos en “La fuerza del optimismo” Pág.44 )

Los hechos que paso a detallar a continuación, sucedieron el verano de este año 2007, al que ya apuramos el último sorbo, hoy es día 30. Me encontraba con mi mujer y mi chico de nueve años, sentado junto a una mesa en la terraza del popular Bar El Cortijero, de nuestro pueblo: Priego de Córdoba. Doy fe (si aun queda alguien que me crea) de que los acontecimientos sucedieron tal y como paso a relatar:


Algunos de los últimos rayos, del sol que nos había abrasado ese día, resplandecían al estrellarse contra los vidrios que colonizaban nuestra mesa. Algunos platos se habrían paso, con su subyugante aroma, por entre vasos y botellas. La terraza del bar estaba repleta de mesas a las que había acudido una multitud de gente. Nuestra mesa se encontraba situada justo al borde del acerado, a un palmo de la calzada, donde una hilera de coches descansaban aparcados. La calle era muy inclinada y estrecha, de forma, que cuando dos coches se cruzaban, el que bajaba no tenía más remedio que circular montado por la acera para poder cruzar frente al otro sin rozarle.


Desde nuestro asiento escuchábamos el griterío que una multitud, casi enloquecida, profería dentro del abarrotado bar. Daban por televisión un partido de fútbol. Este hecho provocaba en los presentes un exacerbado jubileo, próximo al paroxismo. Todo el barrio estaba inundado de esa endiablada vorágine decibélica .


Nosotros, tranquilos en nuestra mesa, cuando ya el cristal poco a poco dejaba de brillar por aquellos rezagados haces de luz solar, atendíamos nuestro mínimos negocios que consistían en deglutir aquellos caprichos culinarios que nos habíamos regalado.


De pronto observamos como, el coche que había estado reposando a nuestro lado, inicia unos extraños movimientos, una inesperada “danza del vientre”. Meneando arrítmicamente su abultada cintura metálica, pero sin despegar sus pies-neumáticos del suelo.


En vano intentaba la conductora movilizar aquel cacharro. Todos sus esfuerzos resultaron inútiles. La fuerte pendiente que tiene la calle y la escasa distancia que separaba su coche con el de abajo, le hacían imposible, a aquella desgraciada mujer, salir de aquel atolladero.


Las gentes que ocupábamos las mesas de la terraza, nos quedamos contemplando aquella triste escena, sin saber o querer (más bien) reaccinar. Nadie movía un dedo por socorrer, a una mujer, que era incapaz de retirar su coche de aquel aparcamiento.


Una vez tras otra, la señora, intentaba ejecutar la maniobra de dar marcha atrás, ayudándose del freno de mano, para evitar embestir al de delante, pero al final siempre se le calaba. La mujer sudaba copiosamente.


Algunos salieron del bar para ver el espectáculo, todos ya murmuraban, algunos no podían evitar la risa, casi, o sin casi, se mofaban.


La conductora, envuelta por un ciclón de nervios, limpiaba el sudor de su frente y miraba con sus tristes ojos, a los espectadores de su inesperado circo.


Yo era uno de aquellos espectadores. Y llegó un momento en que no pude soportar más aquella humillante escena, la desesperación de aquella desvalida persona quién nos estaba suplicando sin abrir la boca (pero a gritos) que la socorriéramos.


Me levanto de la silla, me aproximo a su ventanilla y le digo - ¿me permite que le ayude?


-por favor, no puedo sacar el coche de aquí.

Me siento al volante , tanteo la posición y dureza de los pedales. Observo en el cabezal de la palanca de cambio la posición a poner para cada marcha. Para meter la marcha atrás hay que aproximar la palanca al asiento del conductor y empujarla hacia delante, memorizo. No conforme con esta información pregunto a la señora: la marcha atrás es pegada a mi y hacia delante ¿no?. –Sí, sí, contestó temblorosa ella.
Con total seguridad y decisión paso a comenzar aquella “hazaña. Mi currículum de conductor es muy dilatado en el tiempo y de gran variedad de automóviles. Soy todo un genio en el arte de la conducción(amigo Sancho, se diría), una máxima autoridad .


Empujo el embrague a fondo, meto la marcha atrás, para no dejar margen al error cojo el freno de mano con la derecha. A continuación, al igual que cualquier buen conductor hubiese hecho: fui levantando el pie del embrague despacito, al mismo tiempo que voy empujando suavemente el acelerador. El coche quiere ponerse en movimiento, noto ya su pequeña sacudida, entonces ¡PISO FUERTE EL ACELERADOR!, ¡BAJO EL FRENO DE MANO! Y………… ¡BUUMMMBAAA! ¡CRAAACCCSSS CATACRAAASSS!


Los faros delanteros del Audi A4 blanco ¡REVENTADOS!, ¡NOOOOOOO!

La catástrofe se ha consumado. El llanto de la señora es un incesante grito ¡MI COCHE NUEVO! ¡ MI COCHE NUEVO!, ¡MI MARIDO ME MATA!, ¡ME MATA!


Yo intentaba calmarla, pero que va, era tontería.


El fútbol dejó de interesarle a la masa de gente que hubo dentro del bar; en tropel todos acuden a ver el estropicio. NO PUSE MARCHA ATRÁS, PUSE PRIMERA.
¿Por qué nadie me avisó?—Señora usted me dijo que la marcha estaba bien puesta, ¡por favor señora no llore!. Toda aquella gente me miraban con ojos acusadores: ¡cómo se puede ser tan torpe! Pensaban y decían.
¿Por qué el Real Madrid no metía ahora un gol?, ¿por qué no dejaban de reir toda aquella gente?. Mi amago de generosidad se convirtió en desgracia. Hice el más grande de los ridículos. –Señora no llore, no llore, con el seguro de mi coche costearemos los desperfectos. A lo que ella contestaba –¡MIS FAROS! ¡MI COCHE NUEVO! ¡MI MARIDO ME MATA!

Mi señora que había permanecido callada hasta ese momento, tampoco se pudo reprimir: ¡ERES TONTO! ¡TÚ POR QUÉ VAS A DONDE NO TE LLAMAN!


¡QUÉ VERGÜENZA! ¡QUÉ RIDÍCULO MÁS GRANDE! ¿DÓNDE ME ESCONDO?

                                                            clic a imagen

sábado, 20 de noviembre de 2010

Dos años cabalgando con vosotros y El Quijote (y II -lo juro-)

Hasta que cumplí los catorce años (o sea, hasta 1975 -por cierto: gracioso año en que “cascó la cebolleta” El Generalí¬simo), cuando alguien me preguntaba qué quería ser de mayor, yo le respondí¬a: pues de mayor quiero ser médico, o mejor veterinario, o quizás sea quí¬mico, o biólogo etc; concretando, alguna profesión relacionada con las Ciencias.

Durante mis primeros años de adolescencia, tuve la suerte (o tal vez no la tuve) de ser alumno de un maestro que enseñaba Ciencias Naturales con pasión; de tal forma que me contagió a mí¬ del citado sentimiento.

Pero, un buen día (o tal vez no fuera tan bueno) escuché a mi maestro de Ciencias charlando con el cura que nos impartía (que nos partía algo por dentro) religión en el colegio, en 7ºde E.G.B.

Hablaban algo sobre un tal Bertrand Russell (personaje completamente desconocido para mí entonces) y sobre la existencia o no existencia de dios (no sé por qué a veces escribo Dios con mayúscula y otras veces con minúscula, tal vez para que no pongan mala cara mis amigos creyentes).

Yo, hasta los 15 años, fui seminarista. Después, la falta de respuestas “razonables” por parte de la Iglesia, a mis preguntas existenciales, hicieron que me apartara del grupo eclesiástico. También constaté que nada tenía que ver El Evangelio con el testimonio de la Iglesia Católica; a partir de esta premisa mi pensamiento derivó hacia ideas marxistas, las cuales van más acordes con el mensaje del Evangelio (pensaba que para ayudar a los demás no hací¬a falta creer en ningún dios; al contrario: creerlo y querer hacer proselitismo con estas ideas me parecía, en todo caso, un inconveniente y una puesta en escena ridícula.

Disculpad que os entretenga con estas divagaciones, pero es que no encontraba la forma de explicar cómo pasé de ser un apasionado de las Ciencias (y creyente), a serlo de las Letras (y más que escéptico). Creo que todo fue debido a mi “sana” crisis de fe: por ello amo a don Quijote (sobre todas las cosas) y a toda la caterva filosófico-literaria (y al prójimo) gracias al Dios al que de dejé de venerar.

Consecuencia de lo expuesto es mi dedicación posterior a elucubrar, sobre todo a soñar. Don Quijote es El Soñador por excelencia, por eso los letraheridos le tenemos tanto cariño.

Leí completo por primera vez las dos partes de El Quijote hace ahora 11 años, a razón de capítulo por día (en aquellos tiempos tenía una feroz hambre de conocimientos, después de 18 años dedicado sólo al vil mercantilismo). Recuerdo que me reí bastante con esa primera lectura, sobre todo con la 1ª Parte, y cómo hablaba yo a algunos amigos míos sobre estas risas, no dando ellos crédito a que el libro pudiera provocar la hilaridad del lector: más bien al aburrimiento, pensaban ellos que les induciría la lectura del citado libro. Aunque creo que con aquella primera lectura no llegué a captar ni la milésima parte del intelecto de Cervantes vertido en su obra. Quedándome solamente con lo epidérmico del contenido del libro: sobre todo con las “putadas” (apaleamientos, apedreamientos y otros molimientos) que el autor gastaba a su criatura.

Hace cuatro años que un amigo del Club de Lectura de Priego me proporcionó El Quijote en audiolibro, junto al Lazarillo, Las Novelas Ejemplares, La Celestina y otros clásicos. ¡Qué maravilla! Empecé a escuchar El Quijote durante la horita,o algo menos, de mi paseo diario moviliza-pringues. Algunos capítulos los leía simultáneamente, otros no. Al tiempo, buscaba información en la Red que me ayudara a interpretar lo leído-escuchado. Me dijeron que un profesor de la Universidad de Granada impartía una asignatura exclusiva sobre El Quijote, pero yo nunca encontré ni rastro en Internet sobre ello.

Pero llegó mi día de suerte (clic), el día que topé con la Lectura Colectiva del Quijote de La Acequia donde nuestro, ya muy querido, Pedro Ojeda, dirigía a una más que mediana tribu de afectados por filoquijotimia (palabro patentado por Abejita de la Vega)

Nota Revulsiva:
 
Es para mí un gozoso placer (el paroxismo del gozo) anunciaros que voy a hacer el viaje para la comida quijotesca,... a base de "olla podrida". 
Animaros todos a asistir. prometo llevaros unos turrolatillos de Priego.

domingo, 14 de noviembre de 2010

He cabalgado durante dos años junto a vosotros y don Quijote


Comandados por el profesor Pedro Ojeda Escudero, hemos cabalgado un buen grupo de amigos, acompañando a don Quijote y a Sancho (éste el pobre, en borrico) por gran parte de la geografía española. Hemos partido del famoso e incógnito “lugar” de la Mancha con dirección al Sur, hasta Sierra Morena o Sierra Negra, en cuya Peña Pobre lloró don Quijote ausencias de Dulcinea.


A continuación, y después de practicar don Quijote sobre la peña una serie de cabriolas, tomamos dirección Norte, con primera intención de asistir a unas justas en Zaragoza; pero por lo visto por culpa de uno que tenía resfriado el ingenio y que, además, escribía con una pluma de avestruz grosera y mal “deliñada”, nuestro hidalgo anfitrión se arrepintió, poniendo en sustitución -por ver el mar Clic-  rumbo a Barcelona. Ciudad ésta de gentes caritativas, amables y generosas. Allí, y con falsos argumentos terapéuticos, un paisano del “lugar” de don Quijote le venció en playero duelo. A partir de ese momento ya nada volvió a ser igual; nuestro amigo hidalgo se tornó melancólico e iba ya siempre taciturno y cabizbajo, a causa de su progresivo debilitamiento físico. Consciente de que su vida como imbatido caballero andante había concluido, decidió volver a su aldea, donde sosegadamente la muerte le esperaba.

Ahora, todos los que hemos acompañado a don Quijote por su accidentado periplo, hemos quedado huérfanos. ¡Tomamos tanto cariño a nuestro Señor don Quijote!. Mientras tanto, malvivimos en la esperanza de que nuestro Mesías profesor Ojeda sabrá sustituirnos la casi irreparable pérdida que ha ocasionado la muerte del Señor de los Tristes, no dejándonos caer en el profundo y asfixiante abismo de la realidad cotidiana.
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Literariamente, conocer al profesor Pedro Ojeda y a los integrantes de su club de lectura ha sido el acontecimiento más importante de mi vida. Club formado por grandes y buenas personas entusiasmadas por acompañar a nuestro profesor en esta aventura-locura quijotesca. Porque el entusiasmo (y no sólo el sexo) es la sal de la Tierra, es lo que nos ayuda a vivir. Y si algo caracteriza al grupo de lectura de La Acequia es el entusiasmo y la pasión que ha expresado cada semana al comentar el capítulo correspondiente de El Quijote.
Me gustaría destacar la constancia de Pedro, que cada semana, y pese a cualquier adversidad, nos ha impartido las clases sobre el capítulo correspondiente, todos los lunes y jueves, en su blog La Acequia. Llegué a la lectura colectiva hace ahora dos años, cuando abordaban el capítulo 26 de la Primera parte. Dos años de pasión e ilusión por el libro más importante del mundo, el más “humano” de todos.

Desconozco el mundo universitario, así como los trabajos y exégesis en torno a El Quijote, pero considero que las explicaciones que el profesor Pedro Ojeda nos ha impartido, sobre todos y cada uno de los capítulos, bien merece verse editado en formato libro. Pues, por ejemplo, de entre la docena de libros que poseo que hablan del hidalgo manchego, bien pudiera ocupar lugar destacado el futuro libro que, semana tras semana, y durante dos años y medio, el profesor Ojeda ha ido publicando.

Mientras tanto ya están sacando provecho de él, y lo seguirán sacando, todos los visitantes internautas que buscan información (como yo en su día) sobre la obra cumbre de la Literatura Universal.



CONTINUARÁ.....

sábado, 13 de noviembre de 2010

Cap 2.74 -Niña, aquí huele a muerto

              "Verdaderamente está cuerdo y verdaderamente se muere Alonso Quijano el Bueno"
                (Vivamos en un mundo de sueños y lo haremos durante luengos años. Amén)

Respiraban un aire denso, porque agobiante era la atmósfera, las dos arañas que tejían su “caliginosa” tela, allá arriba, en la esquina del techo, sobre la cabeza de don Quijote encamado. Y se repetían la una a la otra: -niña, aquí huele a muerto, -pero fíjate qué “tranqui” y sosegado está este “tronco”:
a) “Llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba
 b) “Yo me siento, sobrina, a punto de muerte;”
 c) ” Verdaderamente se muere, y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno
d) “entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.”

. Seis días estuvo el hidalgo con calenturas (y al séptimo no se murió), y las pobres arañas con él respirando el halo nauseabundo y morcilloso que por entre sus dientes cariosos exhalaba. A continuación de estos seis piréticos días, anduvo otros tres ahora me desmayo ahora “mespabilo”, y al décimo, si no he perdido la cuenta, “dio su espíritu: quiero decir que se murió

Durante estos días, sus buenos amigos el bachiller Sansón Carrasco, el cura “curiambro”-porque no le bautizó Cide Hamete de otra forma- y maese Nicolás el barbero, iban y venían de sus asuntos al lecho de don Quijote. Sancho Panza se había mimetizado con el cabecero de la cama, porque de allí no se movía; no explica el autor si por miedo a que muriese su amo intestado y quedase él incobrado (que no viene en el DRAE, pero da juego).

Le confesó el cura (pecadillos “menúos” porque don Quijote había vivido como un santo –y casto- varón), y al salir de la habitación le comunicó a la peña: “verdaderamente se muere y verdaderamente está cuerdo don Alonso Quijano el bueno”.
Insiste Cide Hamete en varias ocasiones sobre la bondad de don Quijote (que se me hace difícil llamarle Alonso Quijano): “El ama y la sobrina hacían pucheros mientras cocían el puchero. en tanto que fue don Quijote de la Mancha, fue siempre de apacible condición y de agradable trato, y por esto no sólo era bien querido de los de su casa, sino de todos cuantos le conocían”.

 Cuando no se lo decían los demás, tampoco necesitaba don Quijote abuela para autoalabarse:

a) ” -Señores -dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño: yo fui loco, y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano El BUENO”.
 b) Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno".
Es generoso con su herencia, dando dineros al ama para que se compre un vestido:
 ”y la primera satisfación que se haga quiero que sea pagar el salario que debo del tiempo que mi ama me ha servido, y más veinte ducados para un vestido”.
 Pide perdón a Avellaneda por haberle dado motivos (¿no es esto la cima de la ironía cervantina?):

 “»Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos.”

No le quede al lector ninguna duda de que Alonso Quijano acabó abominando de los libros de caballerías:

 LC 1.- “Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías”.
LC 2.- ”Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería
 LC 3.- “Ítem, es mi voluntad que si Antonia Quijana, mi sobrina, quisiere casarse, se case con hombre de quien primero se haya hecho información que no sabe qué cosas sean libros de caballerías” (Y lo dice en serio)
LC 4.- “y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías…”   LC 5.-“pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que, por las de mi verdadero don Quijote, van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna. Vale.”(Gracias Cide hamete, igualmente te deseo).

Acaba el libro con una declaración de amor entre la pluma con que escribiera Cervantes y don Quijote.
Don Quijote muere y el escritor cuelga la pluma para siempre, pues para él sólo ella había nacido. En la esperanza de que Avellaneda no lo resucite y se lo lleve a Castilla la Vieja ¡con el frío que hace allí!. (como que si voy a la comida quijotesca debo comprarme una buena pelliza. El corazón me dirá)

Comentario adherido a la Red de Comentarios Quijotescos que, desde su blog La Acequia, magníficamente  ha dirigido (y pronto unas chuletas digerido), el profesor Pedro Ojeda Escudero.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Comentario al cap 2.72 y mi muerte de don Quijote del 11/2007

   Curioso cartel anunciando una tertulia literaria en el Café Bar Sancho Panza: entrada gratuita
Comentario que pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige el Humanista profesor Pedro Ojeda Escudero.

2.72

Pasaron don Quijote y Sancho el día de su llegada en aquel mesón-venta -que no castillo- (jugando al “subastao”, al ajedrez e, incluso, a la “gallinita ciega”), esperando la noche. El uno para acabar la falsa auto flagelación -o sea, la monda de los árboles-; tal vez contratado por la cuadrilla de Corcheros del Reino); el otro, amo del anterior, a la espera del acabamiento de tal faena: por ver a la señora de sus sueños desencantada (libre del acné seborreico, fístulas, llagas, apostemas y otras "peromias" que en su rostro habían enraizado).

Mientras tanto, llegó a la posada un “caminante a caballo” (no sé si será igual que “un jinete a patitas”) acompañado de unos criados, quienes le comunicaron que aquel hostal carecía de chinchorros y otros parásitos chupópteros; además de disponer de clima controlado: vamos, que la venta era “limpia y fresca” (como se sienten las chicas que usan una determinada marca de compresas)
Se alojaron estos viajeros en una habitación frontera a la de don Quijote, también decorada con feas “sargas”, como las que había en la alcoba de don Quijote. Cide Hamete no menciona su calidad ni los motivos de estas pinturas, pero seguro que tan malos como el “falso Quijote”, que fue la conclusión que Cide Hamete sacó de los anteriores.

Escuchó don Quijote, con el paquidérmico pabellón de su oreja aplastado contra la pared medianera del vecino, que aquel nuevo inquilino se llamaba don Álvaro Tarfe, personaje que él había leído cuando estuvo en la imprenta de Barcelona, en el Quijote del tordesillesco Avellaneda.

Buscó don Quijote, entonces, conversación con aquel caballero. Se encontró con él en una sala baja, la más fresca del edificio, donde el señor de Tarfe había bajado “a lo de verano” (supongo que en pantalón corto y chanclas playeras). Allí, nuestro excaballero andante, sometió al de Tarfe, natural de Granada (que no Atarfe, población muy cercana a Granada), a un exhaustivo interrogatorio. Don Álvaro reconoció ante don Quijote que él había sido gran colega del otro don Quijote y que, por recomendación suya, aquel estrafalario caballero viajó hasta Zaragoza donde participó en sus “mañas” y famosas justas, obteniendo como trofeo  el más grande de los ridículos, donde además organizó diversos alborotos y disturbios públicos. Por todo ello, el señor Tarfe dijo que se vio obligado a internarlo en el manicomio del nuncio de Toledo

Una vez convencido don Álvaro Tarfe de que nuestra “inmortal pareja” era la auténtica, la original, la genuina y que, como rezan los anuncios publicitarios, no admitía imitaciones, quiso a petición de don Quijote, testificar ante el alcalde y por mano del escribano sobre la autenticidad de tan singular mencionada pareja. Este don Quijote que en este momento le acompaña, como bien señaló Sancho, era el máximo socorredor de todos los menesterosos del orbe, así como indudable “matador de doncellas", entre las cuales hacía estragos: como muestra la reciente Altisidora. Por su parte, Sancho era  el más lleno de gracia (cual virginal criatura) de todos los escuderos del mundo,  que a chorros la derramaba.

Llegó la tarde y con ella la hora de la partida. Caminaron juntos don Quijote, Sancho y don Álvaro sobre media legua, tras la cual debía cada uno tomar su camino. Abrazó el granadino a don Quijote con una apertura de brazos, en la que luego no cabía Sancho -Sancho, hermano, que hermosos estamos-.

Al poco, cayó la noche, y se apartó Sancho a acabar su flageladora penitencia. No perdió don Quijote la cuenta de los latigazos, llegando a contar hasta “tres mil y veinte y nueve”, con lo que quedó don Quijote contento sobremanera.

A la mañana siguiente continuaron el camino de vuelta a la aldea, sin que se cruzase hembra a la que don quijote no fuese a observarle el físico y el rostro (¡anda que si la geografía llega a ser playera!), pero ninguna de ellas resultó ser Dulcinea desencantada.

Ahora trascribiré el final del capítulo pues, por muy buena explicación que ofrezca uno, la pluma del complutense, hasta el día de hoy, no tiene parangón y no necesita comentario:

Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo:

-Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza, tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo; que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba.

-Déjate desas sandeces -dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado -fol. 274r- a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar.
                                                                                                                                                                                                                                  Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo

Anexo:
 Enlace con una entrada que publiqué, hace ahora tres años, en mis inicios con el blog, sobre la muerte de don Quijote  Ya me apasionaba entonces  el tema y buscando y buscando por La Red tuve la gran suerte de topar  con La Acequia

Nota Revulsiva:

Esta nota es para agradeceros las palabras de apoyo que me habéis mostrado en el post anterior.
Voy a hacer todo lo posible para haceros caso, y relajarme...., recuerdo cuánto me reía en los principios de mi blog: si no, que se lo pregunten a mi querido Gaucho Santillán.

Un fuerte abrazo a todos

sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Sobrecarga emocional?



                                                            ¿Sobrecarga emocional?


Esta pregunta quizás sea la respuesta – o parte de ella-, de mi último fracaso ( tema del cual ya publiqué varias entradas como “Fracasar mejor”, que es la mejor forma de fracasar, y valga la redundancia inversa). Porque en la vida, a fin de cuentas, todo es fracaso; o, mejor dicho, todo termina en fracaso. Es decir: bajo tierra. O, es otro decir, con nuestras cenizas esparcidas en alguna playa solitaria, o bajo el árbol que nos hechizó, en aquel “lugar” (que tanto gusta decir a Cide Hamete, y nunca nos descubrió) que nos vio nacer.

Este exordio que me he marcado sin guión previo, viene a cuento con el último pinchazo que he tenido con mis ya duras carnes neumáticas.

Resulta que tuve que ir al médico, me hizo un electro, se quedó hierático un rato; luego soltó un disparate: -Antonio, sufres de de fibrilación auricular, ahora la has tenido a 300 por minuto; - ¿Mande…, quéejjeso? -le pregunté al médico “to aturullao”. Él prosiguió: -¿tomas sustancias estimulantes como café o alcohol?; Antonio, ¿tú te drogas? ¿En qué trabajas?.

Mire usted, -le contesté al galeno- yo no trabajo, no me castigo el físico. - ¿Entonces, a qué puñetas te dedicas? Mire usted, yo viajo: unos trescientos Km al día. Durante este viaje hago una media de diez visitas en distintos pueblos a clientes. Al mismo tiempo realizo o atiendo una media de cincuenta llamadas de tlf por jornada: la mayoría de ellas peleando, porque al interlocutor se le han puesto los pollos o los perros malos, según él a causa de mi pienso (pero lo que ignora es que se lo llevé para venderle a continuación el medicamento).

Aparte de esto, y ya en mi holgado tiempo libre, me regodeo con la lectura y, si me inspira, escribo alguna chorrada a su pesar. Ahora llevo dos años enganchado a El Quijote de la mano de Pedro Ojeda y su camarilla de La acequia

Pero bueno, yo vine a hablarles sobre mi último fracaso y me puse a divagar… Pues resulta que el de la bata blanca me dijo que redujera la carga emocional que me compaña; sí, y también la física, la de mi sobrepeso. Yo pensé: ¡Ay muchacho, eso va a ser más difícil!

Este hombre de bata blanca piensa que soy muy “dolío” y me afectan mucho las cosas. Tal vez tenga razón. El próximo miércoles día 10 iré al cardiólogo y ya veremos lo que dice este hombre. Hace tiempo que he reducido mi actividad en el blog revulsivo, es posible que deba reducir la actividad en el laboro y aumentarla en el blog; antes, que así lo hacía, estaba más tranquilo y disfrutaba más. La escritura y la compañía de los amigos de blog relaja a la fiera que lleva uno en el interior. ¡ GRRR, espero que no me muerda…,fuerte!

Mañana toca Quijote. Buenas noches


viernes, 5 de noviembre de 2010

Corazón roto

No os asustéis demasiado, mañana escribiré el texto.

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.