lunes, 31 de mayo de 2010

PORTADA REVISTA EL ESPOLON Nº 6


Por culpa de diversos duendes y encantadores nuestro blog El Espolón no
permite publicar imágenes, por ello la publicamos aqui transitoriamente hasta que 
se solucione el problema.

sábado, 29 de mayo de 2010

Las constituciones de Sancho y El Espolón

La mascota de peluche de Abejita de la Vega leyendo El Espolón (¡es que nuestros lectores habitan todos los reinos!)
Llevo un par de horas esta tarde, desde la 19 horas,  ahora son las 21, navegando en busca de información sobre la palabra Constitución, ya que me ha "molado" mucho la última frase del capítulo que tratamos esta semana, el 51 de la II parte, y que habla así sobre Sancho y su gobierno: "él ordenó cosas tan buenas que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.".
Se hace mención en el capítulo a Licurgo ,militar y legislador espartano, a quién Cervantes, por sus infinitas lecturas (no sé si, en adelante, llamarle Enciclopedia con patas en vez de Cervantes), conocería bien.

En España la primera constitución (llamada como tal) se redactó y promulgó en Cádiz en 1812: La Pepa, pero la pobre Pepa, por mucho que le vitorearan los españolitos de entonces ¡Viva la Pepa!, tuvo una corta vida. A los dos años volvió Fernando VII y dijo: ¡constitucionalitas a mí...!. Algo parecido a lo que dijo don Quijote cuando se "enfrentó" al león que llevaban en una carroza: ¡"gatitos a mí"! (o tal vez dijo: leoncitos a mí).

Pensaba hacer una genealogía más completa sobre la constituciones, pero se me acabó el tiempo.
Si vuelvo esta tarde, sigo.

Revulsiva Nota:
Esta mañana, por fin, he llevado a Correos los 22 ejemplares del Espolón que viajan en busca de manos (y mentes jajaja) sensibles.
El Espolón

(Se oye una imperativa voz femenina que me reclama: ¡cuándo puñetas vas a subir que quiero salir a tomar caracoles!!. Voy cariño, ya voy p´arriba volando

sábado, 22 de mayo de 2010

A cuyas voces salió Teresa Panza, su madre, hilando un copo de estopa, con una saya parda. Parecía, según era de corta, que se la habían cortado por vergonzoso lugar, con un corpezuelo asimismo pardo y una camisa de pechos
(Busqué una más  parecida a Teresa Panza pero no la encontré: espero que ésta no os desagrade, sobre todo a los chicos)

En este capítulo nos cuenta Cide Hamete Benegeli (el morillo ese que Cervantes convierte en su alter ego), el porqué de los arañazos y pellizcos perpetrados contra la dueña Rodríguez y don Quijote. Sucedió que, como la dueña Rodríguez (en adelante “la Rodri”) no dormía sola, sino acompañada de otra dueña (el Benengeli no nos ofrece datos sobre el posible lesbianismo de estas dueñas), la cual al echar de menos el calor de la Rodri, corrió el castillo de los duques hasta encontrar a su compañera de batallas en el aposento de don Quijote. “Apalancó” la presunta traicionada su oreja contra la puerta de don Quijote para intentar escuchar lo que allí dentro “se cocía”. ¡Y vaya si escuchó!: a la Rodri “rajando” de su jefa la duquesa y de Altisidora, Corrió la tal dueña a informar a la duquesa de los trapicheos que la Rodri se traía con don Quijote y, tras el oportuno permiso del duque, formaron una banda para dar singular escarmiento a los noctámbulos y, tal vez, adúlteros (o adúltera Rodri) murmuradores: “porque las afrentas que van derechas contra la hermosura y presunción de las mujeres, despierta en ellas en gran manera la ira y enciende el deseo de vengarse”.

La duquesa ordenó a un paje “discreto y agudo” que viajara para entregar a Teresa Panza una carta y un regalo.

Viajó raudo y veloz el paje hasta “un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” donde lo primero que encontró fue un arroyuelo de cristalinas aguas (pues en aquel tiempo no existía aún el lavavajillas ni el detergente para lavadoras) en el cual se encontraba una troupe de féminas haciendo la colada. Preguntó el paje por Teresa Panza, a lo que contestó una desgreñada mocita que esa era su madre. Pues llévame ante ella, que albricias de tu padre os traigo -añadió el paje-.

“Finalmente, saltando, corriendo y brincando, llegó al pueblo la muchacha”, llamó con grandes voces a su madre diciéndole que su padre les mandaba cartas y otros regalos.

Salió su madre Teresa (que por las “pintas”, no podía ser la de Calcuta) vistiendo una saya parda “parecía según era de corta, que se la habían cortado por vergonzoso lugar, con un corpezuelo asimismo pardo y una camisa de pechos” (que parecía hubiese ejercido en la esquina del vicio: este día tenía Cervantes la líbido subida)

Inicia el paje la burla a Teresa Sancha poniéndose de hinojos ante ella, pidiéndole la mano para besar y llamándola señora gobernadora. La Panza le replica que se levante, que ella no es nada palaciega, sino hija y mujer de sendos destripaterrones. Entrega el criado el producto postal y una sarta de corales con extremos de oro a la señora Panza. Estos corales, una vez que son vistos por Sanchica, se convierten en fruto de disputa entre ella y su madre: porque la hija reclama lo que era propiedad de su padre y la madre se resiste a compartir lo que aún sus poco más de cuarenta años pueden lucir.

Pide Teresa al paje que le lea la carta que le remite la duquesa. En ella, la grande de España, la informa de las maravillas que Sancho, su marido, hace gobernando la Ínsula Barataria. Sancho, gobernador ejemplar. Aparte de relatarle  las cualidades de su esposo para la gobernabilidad, le pide la duquesa a Teresa que le mande con el paje un par de docenas de las más lustrosas bellotas que por aquellos encinares encuentre. Corales versus bellotas, buen trato el que se presenta a la señora Panza; no lo duda un momento. Y de la noche a la mañana se ve elevada a la categoría de gobernadora consorte. Las “relamidas y remilgadas” hidalgas del pueblo ahora sí que le van a tener envidia.

Las Panza le preparan al paje emisario unos huevos “empedrados” con tocino para que no desfallezca en el camino de vuelta hacia Aragón. Le hacen entrega de sendas cartas que un monaguillo les ha escrito para Sancho y la señora duquesa.

Nota Revulsiva:
Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia  coordina nuestro  Ardiente profesor Pedro Ojeda Escudero

sábado, 15 de mayo de 2010

LA DEBILIDAD DE SANCHO: LA YERNOCRACIA



“El programa de gobierno de Sancho, llevado a la práctica en el poco tiempo que lo dejaron regir la ínsula, es de suave y paternal autoridad, con propósitos de favorecer a los labradores, premiar a los virtuosos y antes expulsar a los perezosos y vagabundos.

El capítulo 2.49 nos muestra una debilidad de Sancho como gobernador, cuando en la ronda nocturna descubre al buen mozo adolescente, hijo del rico propietario Diego de la Llana, y en el acto se le ocurre casarlo con Sanchica, esperanzado en que, por ser ésta hija del gobernador, no opondrá reparo el acaudalado y apetecido consuegro. Sería injusticia y desde luego exageración de prejuicio antidemocrático, descubrir en ese proyecto de ventaja eventual un signo de villanía, por donde asomó en Sancho la oreja de su plebeyez. Respondió sencillamente al impulso de la “yernocracia”, voz por cierto decorosa y de formación correcta, que sin embargo, y no obstante ser tan usada desde hace tiempo, ha seguido fuera del “Diccionario” (Alcalá-Zamora escribió esto en 1947, y yo he ido al DRAE ahora mismo y sigue sin salir “yernocracia”). Tal flaqueza es humana, muy característica de los gobernantes, y no tan sólo de los españoles, y quizá más todavía lo ha sido en todos los tiempos de príncipes y soberanos, a tal punto que sin ese toque feliz no habría quedado completo el retrato de Sancho gobernador.

Las más grandes figuras de la historia no pudieron sustraerse a esa debilidad de la “yernocracia”, aunque muchas acabaran luego creyendo que el mejor yerno habría sido el celibato de la hija.”

Fragmentos de: “El pensamiento de El Quijote visto por un abogado” por Niceto Alcalá-Zamora.   Para ver los contenidos del libro CLIK AQUÍ

Nota Revulsiva:
Copio los fragmentos que anteceden, escritos en su exilio argentino por mi paisano Niceto Alcalá.Zamora y Torres,  publicado en Buenos Aires en 1947; dos años después moriría el Primer Presidente de la II República Española (para cuándo la III?).
 Ni practicando la "yernocracia" (un hijo del malnacido -que le dió mucho café a Lorca- general Queipo de Llano fue yerno suyo) pudo Alcalá-Zamora librarse del exilio

Nt. Rv. (2):
Este revulsivo seguidor de la Red de Comentarios Quijotescos, que dirige desde su blog  La Acequia el profesor Pedro Ojeda Escudero, tiene unas disculpas que pedir:
he leído y "maurao" el cap 2.49, el comentario de Maese Pedro en La Acequia, y varios de los comentarios del resto de compañeros que participan en esta locura-lectura quijotesca. He buscado y encontrado información complementaria relacionada con el capítulo...,.pero tengo tantas cosas en la cabeza que no me puedo concentrar en escribir un comentario medio decente sobre el cap.

Es por ello por lo que pido disculpas a todos los pasáis por aquí. Leo -a hurtadillas- vuestras colaboraciones, pero me es muy difícil concentrarme y opinar. De verdad que me duele no poder demostraros mi entusiasmo con vuestros escritos; algunos sabéis cómo me gusta sacarle todo el "zumo" a las actividades donde participo, entregarme.

Ahora debo de dedicar muchas más horas y kilómetros a mi trabajo (cosas de las crisis que algunos negaban), he tenido que aumentar el catálogo con nuevos productos que necesitan más dedicación (sobre todo constancia y "oratoria") etc; en fin,  no quiero aburriros con asuntos que aquí, "ni pegan".

AH!!, olvidaba decir que, como ahora dispongo de tanto tiempo libre, El Espolón en vez de salir con 16 páginas, lo hará con 28: era difícil descartar colaboraciones, creo que son todas muy buenas (no me refiero a la mía, claro). Mañana Domingo debo madrugar para escribir el Saludo al Nº 6 de la revista "probe". Para madar al fotocopista la semana que viene.

Salud amigos, que es lo importante.

domingo, 9 de mayo de 2010

Comentario al cap. 2.48 de don Quijote

                    Don Quijote malferido con la dueña doña Rodríguez: grabado de Gustave Doré

Con leer las dos primeras frases de este capítulo, ya nos hacemos una idea de que a Cervantes, el día que lo escribió, no le dolían los huesos, y aún menos las muelas. Porque cuando se tiene alguna dolencia se pierde el buen humor y no se tienen ganas de bromas y “cachondeo”.

Opinen ustedes si don Cervantes estaba sano y de buen humor ese día, o no: “Además estaba mohíno y malencólico el malferido don Quijote, vendado el rostro y señalado, no por la mano de Dios, sino por las uñas de un gato; desdichas anejas a la andante caballería” (en el día a día, muchos somos los que nos vemos asaltados por ¡tantas desdichas anejas a nuestra particular “andante caballería”!: hasta la muerte se cruzará algún día en nuestro camino).

Media docena de días estuvo nuestro don Quijote sin lucir palmito en sociedad, hasta que se vio algo decente para ponerse delante de los duques; ¡maldito felino destripanarices! que le había ocasionado semejante estropicio. Pues una de las noches de esos seis días en que estuvo nuestro caballero convaleciente, se encontraba en vela pero sin vela, dándole vueltas a sus pensamientos hasta que los dejaba romos y sin lugar por donde asirlos.

De repente escuchó que alguien trasteaba la cerradura de su aposento, e imaginó que sería de nuevo la “Lolita” Altisidora que, como se derretía por sus compactos aunque luengos huesos, venía a ponerle en tentación de probar el tierno bocado que le llevaría derecho a la perdición (aunque al resto de varones les supiese a gloria).

-“¡No!” gritó aterrado don Quijote, decidiéndose mentalmente por su Dulcinea frente a una hipotética Altisidora.

Pero el grito de la que allí entró no fue menos terrorífico…

-“¡Jesús! ¡Qué es lo que veo?”

…al descubrir a don Quijote envuelto, cual fantasma, en una sábana, con un estrafalario gorro en la cabeza y el rostro vendado por los rasguños y brutal mordisco en la nariz del felino que osó (o mejor, gatuneó) hacer frente a nuestro insigne caballero andante

Resultó no ser la joven Altisidora, sino la vieja dueña doña Rodríguez que a tratar un negocio (a tomarle el pelo con una nueva farsa) con don Quijote venía.

Al reconocerse mutuamente hidalgo y dueña, desconfiaron uno del otro, por ser noche cerrada y hallarse en habitáculo donde no sólo se ejerce la función de “planchar la oreja”, sino que a veces, y por imperativo de la madre naturaleza, se le da rienda suelta a los mecanismos que desencadenan, al cabo de nueve meses, en un nuevo ser.

Y, para determinar el grado de unas y otras intenciones, se hablaron de la siguiente manera:

-¿Estamos seguras, señor caballero? Porque no tengo a muy honesta señal haberse vuesa merced levantado de su lecho.


-Eso mesmo es bien que yo pregunte, señora -respondió don Quijote-; y así, pregunto si estaré yo seguro de ser acometido y forzado.


-¿De quién o a quién pedís, señor caballero, esa seguridad? -respondió la dueña.


-A vos y de vos la pido -replicó don Quijote-, porque ni yo soy de mármol ni vos de bronce, ni ahora son las diez del día, sino media noche, y aun un poco más, según imagino, y en una estancia más cerrada y secreta que lo debió de ser la cueva donde el traidor y atrevido Eneas gozó a la hermosa y piadosa Dido.

Finalmente, quedaron ambos tranquilos por la ausencia de agresividad en sus intenciones.

La dueña doña Rodríguez explicó a don Quijote el motivo de su visita (aunque no le dijo que venía a reírse a su costa, claro), que no era otro que pedirle justicia para una hija suya de dieciséis años (Cervantes flipa por estas jovencitas) la cual, había sido agraviada por un joven y rico labrador. Porque habiéndole prometido matrimonio a la mozuela, creándole falsas expectativas, luego faltó a la palabra y promesa dada. ¿Y quién mejor que don Quijote para “desfacer” entuertos y socorrer a las menesterosas jovenzuelas o viudas? Siendo éste  el slogan de los caballeros andantes, había acudido a la persona adecuada.

Estando ambos ocupados en las pláticas referidas, irrumpieron violentamente en la estancia una banda de maltratadores, los cuales sujetando por el cuello a la dueña doña Rodríguez le levantaron las enaguas y arrearon en sus posaderas una tunda de azotes, que don Quijote escuchó pero no vio porque la vela que les iluminaba cayó al suelo y se apagó. Tampoco se atrevía don Quijote a interrumpir el azotamiento, no fuera a ser que se convirtiera en candidato seguro del instrumento de suplicio. En callando el látigo se hizo algo de silencio; pero no la acción, porque los maleantes se dirigieron hacia don Quijote y, despojándole del “sabanajo” que le cubría,  dieron en sus pocas carnes tal cantidad de pellizcos que de su nuevo color no tendría una mora madura ninguna envidia.

Con la escena de los pellizcos acaba este capítulo. Capítulo, como casi todos desde que don Quijote y Sancho se encuentran en la casa de los duques, en los que Cervantes nos crea los textos perfectos para que los lectores soñemos las imágenes que a una completa representación teatral pudieran corresponder. Esto es, teatro dentro de la novela, el único hueco que Lope, tan de moda en aquellos tiempos, deja a Cervantes para desarrollar este género, pero buen partido que le saca el complutense y cosmopolita escritor.

REVULSIVA NOTA:
 
Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia  nos dirige el metafisico profesor Pedro Ojeda Escudero

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.