viernes, 28 de agosto de 2009

CAPITULO (2) 12, DE DON QUIJOTE

No hacía falta estar loco, como don Quijote, para creer que era algo sobrenatural la aparición de unos personajes como éstos: una vez que se aclara que son comediantes, el caballero conversa con ellos del modo más cuerdo y docto (II, 11). Grabado de una edición belga de 1622.





CAP. (2) 12


(De cómo don Quijote crea Escuela, que nada tiene que envidiarle a la de Frankfurt)

Les cogió la noche a don Quijote y Sancho, después del encuentro con los comediantes, por un camino donde se hallaron unos “altos y sombrosos árboles”: allí se apalancaron amo y señor. (Lo que no entiendo es lo de “sombrosos árboles”, si era de noche,¿ cómo iban a dar sombra? . Tal vez se refiera a asombrosos árboles, porque la sombra de noche como que no hace falta). Pues allí consiguió Sancho que su señor comiera alguna vianda de las que traía en el Rucio: no hay forma de engordar a este hidalgo.

Empieza Sancho a echar cuentas de las recompensas que su amo ha de darle por sus servicios, y considera que lo más acertado es quedarse con las tres potrillas, fruto del parto del trío de yeguas que su señor poseía, “más vale pájaro en mano que buitre volando”…..Y, además, podría poner imagen real a sus continuos sueños de tener ganadería propia. Cosa no factible si hubiesen sido potros antes que potras, puesto que a los varones equinos no se les está permitida la adopción como a los humanos.

Después explica don Quijote a su seguro servidor, cómo las comedias representan al mundo tal cual es: “ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que habemos de ser como la comedia y los comediantes”. Y que al final de la obra, que es la vida, “y desnudándose de los vestidos della, quedan todos los recitantes iguales”. De esta forma la muerte iguala a pontífices y emperadores: que posiblemente, también leyera don Cervantes en “Las coplas a la muerte de su padre” de J. Manrique, y se expresara de muy parecida manera.
Sancho compara la vida, y por lo tanto la puesta en escena de las compañías de teatro, con el juego del ajedrez, donde cada pieza desempeña su función. Pero que, en acabada la partida, todas las piezas van de cabeza a la misma bolsa. La muerte siempre vence e iguala….que dijera nuestro tutor don Ojeda.

Queda maravillado don Quijote con la respuesta de Sancho, con el juego de ajedrez como ejemplo para representar el paso por la vida de los dañinos humanos: “Cada día, Sancho -dijo don Quijote- te vas haciendo menos simple y más discreto”. A lo que Sancho replicó: “…algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced; que las tierras que son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas, vienen a dar buenos frutos”. He aquí que ya don Quijote tiene el primer discípulo de su Escuela, y se trata nada menos (y nada más) que de su escudero Sancho. El primero de una “serie infinita” (como los acontecimientos después de la muerte de Beatriz Viterbo, que dijera Borges en El Aleph) que aún perdura en nuestros días, de novelistas deudores de aquella primera magna (y única) obra que escribió Cervantes. (Luego a principios del s. XX vino Joyce con “Ulisses”, de quien dicen, que creó una Escuela similar. Ya la leeremos…).

Una vez que ya nuestra graciosa pareja se hubo echado el pito al bolsillo, se acomodaron bajo las encinas para planchar un poco la oreja. Mientras tanto, Rocinante y el Rucio, que ya habían entablado fecunda amistad, en vez de planchar las orejas, como sus respectivos amos, se dedicaron a rascárselas (erógeno juego) y a practicar el roce de cuello (¡quién no tuviera el cuello un poco más largo!). Más, encontrándose las dos parejas en estos orejiles acontecimientos, don Quijote, que había dejado libre el pabellón de la oreja derecha, percibió el ruido de unos cascos de otro par de bestias que se le acercaban. Escuchó como uno de los jinetes, que debería ir cargado de chatarra, pegó en el suelo con gran estruendo metálico. Tras lo cual, el caballero de la chatarra, que por lo visto se llamaba del Bosque, se dispuso a recitar un dolorido poema de amor; algunos versos finales decían:

“A prueba de contrarios estoy hecho,
De blanda cera y de diamante duro,
Y a las leyes del amor el alma ajusto.”

Por la pena amorosa que expresan, a este lector se le vinieron a la memoria, unos del “Rayo que no cesa” de Miguel Hernández. Con permiso, y disculpad si algo me falla la memoria:

“Estos huesos tengo hechos a las penas,
Y a las cavilaciones estas sienes;
Pena que vas, pena que vienes
Como el mar de la playa a las arenas”.

Constatamos cómo don Cervantes hace la primera inclusión poética (en verso, porque en prosa hay muchísima) de la Segunda Parte del Quijote. Lleva la lírica incrustada, también, en los huesos.

Finaliza el cap. con unos sabrosos diálogos a dos bandas: caballeros por un lado, y escuderos por otro; hoy se presentan unos a otros y se preguntan cómo están de enamorados etc.

La semana que viene en el cap.(2) 13, veremos algunas desavenencias entre ellos.

viernes, 21 de agosto de 2009

CAPITULO (2) 11, DE DON QUIJOTE

Las chicas asiduas a La Acequia, Abejita de la Vega, Selma ,Merche y otras amigas, no abandonan las clases sobre el Quijote, que les imparte nuestro "cachas" profesor Pedro Ojeda... junto a nuestros queridos colegas Quijote y Sancho, que las esperaban en esta fresquita playa barcelonesa, final de la ruta quijotesca.
CAP. (2) 11

“…porque desde muchacho fui aficionado a la carátula, y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula.”
No sólo Cervantes inaugura, con las aventuras de don Quijote, la forma de hacer novela moderna, sino que también es pionero en la redacción del libro de memorias: la frase anteriormente entrecomillada es buena muestra de ello. Porque, para escribir un real (no de monarca) libro de memorias, lo que hay que tener es, precisamente, buena memoria, como Cervantes la tiene. Sentiría algo de pudor el hombre, y por eso no tituló su libro.“Las aventuras de don Quijote y las desventuras de don Miguel, de La Mancha y cercanías”.

Una vez hecha las precisas observaciones sobre el I más D más I (este teclado carece del signo “más”), o sea, sobre Investigación, Desarrollo e Innovación literaria que Cervantes practicó con notable éxito, entraremos a saco con el cap. que nos ocupa.

Pues ahí que va don Quijote, todo pensativo y melancólico, sin fuerza moral para asumir la tomadura de pelo que le han hecho los encantadores: le han trocado su delicada y suave Dulcinea, por una labriega fea, carirredonda, chata…, y para más escarnio de su caballeresco espíritu, también halitosa y con verrugas germinadas (con pelambreras) como trompos en el labio, y en el equidistante que cubre la falda.
Sancho le dice a su Sr. que despabile, y que salga de ese Valle de Babia en el que mentalmente está inmerso, “comiendo gachas con los pastores”.
Y le recuerda que “las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias”.

Cambiando de tercio, Sancho refiere a Sr., que cómo han de encontrar y reconocer los vencidos por su brazo a Dulcinea, para postrarse a sus pies y dar cuenta de la invencibilidad (que no imbecilidad, calificativo con numerosos pretendientes en este mundo) del brazo de marras y del amor que él le profesa: “¿adónde la ha de hallar este pobre gigante, o este pobre y mísero caballero vencido? Paréceme que los veo andar por El Toboso hechos unos bausanes, buscando a mi señora Dulcinea…”.
Don Quijote le da a su escudero una respuesta cabal, ante semejante contrariedad presentada: remitiría a los vencidos con una carta certificada con su correspondiente acuse de recibo, el cual debería de serle retornado por el derrotado con la original firma de la señora de sus sueños, que lo más seguro es que sea un manchurrón de la huella dactilar, por la pringue del torrezno que comía desaforadamente en aquel momento.

Resueltas estas menudencias, nuestra insigne pareja avista que le viene de frente por su mismo camino, pero en sentido contrario porque no es dirección única ni autovía aquella vía sin autos, una carreta cargada de cómicos, que a algún pueblo se dirigen para divertir a la gente. Y el resto de lo sucedido con los comediantes se puede leer en el cap (2) 11 del libro de don Quijote y don Miguel de La Mancha y cercanías, porque este revulsivo ya llega tarde a su currelo.

viernes, 14 de agosto de 2009

CAPITULO (2) 10, DE DON QUIJOTE

Edición en griego de D. Quijote de la Mancha. Foto obtenida por Óscar Muñoz.

Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos, que desde su blog La Acequia dirige, el ahora màs descansado profesor Dr. en Filologìa Hispànica , Pedro Ojeda Escudero (ignoro si por el apellido, sus elogios a Sancho).

CAP. (2) 10

(Donde Sancho nos muestra el resultado de sus feraces cogitaciones, materializadas en el trueque de tres labradoras por Dulcinea y dos de sus doncellas).

Si un capítulo anterior, el Cide Hamete Berenjeno, original autor de esta historia, ya lo tenía como apócrifo, pues no encontraba concordancia entre las iniciales sandeces del neófito cerebro de Sancho y las posteriormente brillantes elucubraciones que nacieron de esa minúscula porción de masa gris. En el capítulo que nos ocupa, dice el moro de marras, que “quisiera pasarle en silencio temeroso de que no había de ser creído, porque las locuras de don Quijote llegaron aquí al término y raya de las mayores que pueden imaginarse”. Este morillo quiere dar apariencia de muy cuerdo, cosa extraña, ya que don Cervantes no tenía a estos individuos en gran estima (en la parte 1ª del libro les tira “a rajatabla”).

Huyen, cual ladrones, antes que amanezca, Sr. y escudero, y se adentran en la espesura de un bosque de encinas (¡quien lo viera ahora!, el bosque digo); todo artimaña de Sancho quien necesita soledad y trinos de pájaros para urdir un plan que sea convincente al intelecto de su Sr, más no lo sería a sus ojos ni a su olfato (adiestrado en percibir el tufillo a ajo a distancia).
Don Quijote manda de embajador a Sancho para solicitar audiencia a Dulcinea, de quien necesita licencia y bendiciones para continuar con sus andantes hazañas: enderezar “tuertos” (horizontalizar buenavistas), socorrer viudas, huérfanos y un largo etc de menesterosos.
Ordena también a su escudero que no pierda detalle de los movimientos de su Sra mientras dialoga con ella: si se apoya ahora en un pie y luego en el otro (seguro que tiene una piedra en el zapato), “si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado”(mientras dice ¡o sea …!, que esto denotará, a todas luces, que es una pija).

La misión, con tintes divinos, de localizar a Dulcinea, que don Quijote encarga a su escudero (amigo, hermano, hijo, padre creo que no…) Sancho, es de tan alto nivel, que sólo es comparable a la embajada que un supuesto ángel realizó, al comunicar a la virgen (en minúscula porque dudo…) María la inminente concepción por obra de birlibirloque del Mesías.
Así dijo don Quijote a Sancho: “y no te turbes cuando te vieres ante la luz…”, porque “¡dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo!”.
El evangelio de S. Lucas nos dice que María sí que se turbó ante la presencia del ángel emisario:“más ella cuando le vio, se turbó por sus palabras”. Asímismo, “el de las blancas alas” continuó:”bendita tú entre las mujeres”. Don Quijote no llama bendito a Sancho, pero no importa, decirle dichoso es más humano y apegado al terruño (¿qué comida se gana con ser bendito?).
Después, una vez que ya Sancho ha partido hacia El Toboso, y se ha ubicado debajo de un chaparro para sopesar lo disparatado de su encargo diplomático, encontramos la siguiente frase por entre los pensamientos del escudero: “¿y de parte de quién la vais a buscar? – de parte del famoso caballero don Quijote de la Mancha, que desfase tuertos, y da de comer al que ha sed y de beber al que ha hambre-“.
Y yo me pregunto, si escribió don Cervantes adrede lo de darle torreznos al sediento y agua al hambriento, para continuar confirmando la locura del hidalgo, o para demostrarnos la confusión mental de Sancho, porque en los dos supuestos los sujetos pasivos morirían por exceso de lo que no necesitan.
De todas formas, al recoger otro precepto bíblico, el ausente de brazo izquierdo, no desperdicia ocasión de “ponerse en paz con dios”.
Ya dio “la tabarra” en el cap. anterior, cuando por el deseo de adquirir fama, pone en boca de Sancho lo de “Quiero decir que nos demos a ser santos”.
“A la vejez viruelas”: El amigo Cervantes se nos afilia a la Orden Tercera de San Francisco y posteriormente a la Hermandad de Esclavos del Santísimo Sacramento.

Don Cervantes sabe que le quedan pocos años de vida, y como la vida que ha vivido hasta ahora no ha sido precisamente buena vida, piensa, cual moro (que una vez muerto los apetitos sexuales, gastronómicos … serán saciados ), que la otra vida, que está por venir, podrá ser mejor vida. Por algo, cuando alguien muere, se dice: PASÓ A MEJOR VIDA.
REVULSIVA NOTA
El gracioso acontecimiento que mantienen nuestra legendaria pareja con tres labriegas subidas a lomos de sus respectivas burras, es de antología. Pero creo que ya no debo extenderme más en este comentario: se acabó el tiempo y el espacio.
Besos y abrazos para los paseantes de La Acequia y demás allegados a este lugar.

viernes, 7 de agosto de 2009

CAPITULO (2) 9, DE DON QUIJOTE

¿Vamos por dicha a llamar a la casa de nuestras mancebas, como hacen los abarraganados, que llegan, y llaman, y entran a cualquier hora, por tarde que sea?


CAP (2) 9

Las piquetas de los gallos
Cavan buscando la aurora,
Cuando por el monte oscuro
Baja Soledad Montoya.

Tal vez Federico cuando escribió estos versos, que son el inicio del “Romance de la pena negra”, pensó en la búsqueda que realizaba al alba nuestro Sr. Don Quijote de su Sra Dulcinea.
“Media noche era por filo, los gallos quieren cantar”: anota Fco. Rico que fue la frase que inspiró a Cervantes para dar comienzo a éste capítulo; que inicia diciendo “Media noche era por filo, poco más o menos”. Vamos comprobando cómo Cervantes era algo más “áspero”, a la hora de expresarse, que los poetas; pero bueno, él se forjó en la guerra y en las cárceles, y algunos poetas fueron mimados entre flores y maestros de piano: el refinamiento no es el mismo, pero no importa, el caballero de la Triste Figura, (trasunto casi ininterrumpido de Cervantes), dejó dicho que él no comería pan a manteles.

Pues bien, cuando entraron don Quijote y Sancho esa noche al Toboso, cuenta Cide Hamete, que “estaba el pueblo en un sosegado silencio”. Pero, al percatarse la población pecuaria del lugar, de la entrada de tan insigne pareja, tocaron un himno de bienvenida: ”rebuznaba un jumento, gruñían puercos, mayaban gatos”; imaginamos, incluso, de los suspiros de diversas señoras.

Don Quijote insistía apremiantemente a Sancho para que encontrase el palacio de Dulcinea. Sancho se defendía diciendo que aquello no eran formas de abordar la búsqueda. Que su señora Dulcinea, si era dama decente, hubiera de estar durmiendo, con sus blancas piernas, a pierna suelta; pues son las mancebas y abarraganadas solamente, las que a esas libidinosas horas, se pueden encontrar “vivitas y coleando”.

Esa noche estaba Sancho por encolerizar a su Sr. don Quijote, porque le dice que no recuerda exactamente en qué callejuela sin salida (que éstas vienen bien a las amancebadas, por lo recóndito) vio a Dulcinea por primera y última vez. “¡Maldito seas de Dios mentecato!, -dijo don Quijote- . ¿Adónde has tú hallado que los alcázares y palacios reales estén edificados en callejuelas sin salida?”.

Añade a continuación Sancho, que le sería difícil reconocer a Dulcinea, pues una nube de polvo le ocultaba el rostro el día de la entrega de la carta.
Y le recordó a don Quijote, que él como enamorado de la tobosina, sí que debería reconocerla al instante. Porque, ¿cómo puede uno estar enamorado de una señora/ita sin al menos haberla visto? (Lorca escribió, que alguien que dormía, al despertar podría, incluso, enamorarse de un caballo, si por allí se encontrara). Don Quijote concluye con que él está enamorado de “oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta”, a lo que Sancho contestó, ante tamaña ocurrencia, que él asimismo también la conocía de oídas, que de vista no pudo ser por la gran polvareda antes citada.

Bueno, entonces que dios les continúe conservando el oído (como el dicho popular reza), porque la vista la tienen fatal.

Revulsiva nota:

Más tarde encontramos, la después adulterada frase, “con la iglesia hemos dado..”, ya bastante manida, hasta por la explicación que se da de ella. Y yo diré: hasta aquí he llegado, que no tengo tiempo para más; son las 9:00 de este viernes y bajo el sol hay que trabajar…¡ya!.

Que ustedes lo pasen fresquito.

Saludos, abrazos y besos: revulsivos y laterales

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.