viernes, 27 de marzo de 2009

CAPITULO XLVI (1) DE DON QUIJOTE


"... Sino que yo tengo por cierto y por averiguado que esta señora que se dice ser reina del gran reino Micomicón no lo es más que mi madre, porque a ser lo que ella dice no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta".
CAP. (1) 46
Donde se demuestran las artes diplomáticas del cura (ante dios interceda también por nosotros), y la descomunal ferocidad verbal de don Quijote.
Mató el cura, no dos pájaros, sino tres, de un certero tiro:
1.- Convenció a los cuadrilleros para que no apresaran a don Quijote, por estar afectado de frenopatías varias y crónicas.
2.- Consiguió contentar al barbero (como siempre en toda negociación: con dinero) pagándole ocho reales por la bacía.
3.-Habló a Sancho para que trocara con su víctima la albarda, aunque Sancho se “apalancó” para sí las cinchas y el cabezal o jáquima (entregar la jáquima, para los hortelanos de aquí, es mal asunto, es entregar la vida. ¡Lagarto, lagarto! F.G.L.).

Don Fernando por su parte, pagó al ventero la estrepitosa factura que había ocasionado don Quijote; incluidos cueros lanceados y figuritas varias de porcelana (muñecas incluidas) que había en la mesa de noche.

Y ya, todos felices, y contentos (que es lo mismo pero suena bien), quedan con todos los problemas resueltos.

Entonces, y para continuar cerrando historias (como las ya concluidas, de los cuadrilleros y la del barbero forastero), Cervantes se dispone a despedir gente: piensa mandar a don Luis con don Fernando, acompañado de su clara amada Clara; a lo que acceden los criados del “ruiseñor de establo”.

Despojado ya de tanto lío venteril, nuestro Sr. Don Quijote, retoma la alta causa de desalojar al Gigante de la Fosca Vista del usurpado reino Micomicón. Para lo cual se pone de rodillas (y recoge hinojos, pone en el libro) ante la genuina princesa Micomicona, prometiéndole la continuidad inmediata de la causa anti-gigante.
“Sancho, que a todo estaba presente, dijo meneando la cabeza a una parte y a otra: ¡Ay señor, señor, y cómo hay más mal en el aldegüela que se suena con perdón sea dicho de las tocadas honradas!”.

Advierte Sancho a su señor de que la princesa Micomicona no es “agua clara”, y le explica las razones: “…sino que yo tengo por cierto y por averiguado que esta señora que se dice ser reina del gran reino Micomicón, no lo es más que mi madre; porque a ser lo que ella dice, no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta”.

Sonrojose Dorotea al escuchar las palabras de Sancho, porque era cierto lo que decía, que no era otra cosa, sino que a hurtadillas, con alevosía y nocturnidad, arrancaba a su amado, no sólo cuatro arrumacos, sino también algunos “apretujones” y “hociqueos” como bien explica el amigo Sancho. Y que ésto, más bien era propio de las mujeres llamadas “fáciles”; o de cortesanas, que es lo mismo, pero atacan a un más “alto estanding”, conocidas actualmente como “cepillaejecutivos”(Léase Mónica Lewinski y cia).
Al escuchar don Quijote tan lujuriosa acusación, y ver el enrojecimiento que produjo en la dama de marras, montó en cólera, y con voz “atropellada y tartamuda lengua, lanzando vivo fuego por los ojos dijo: ¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido murmurador y maldiciente……..”.
Después de expeler por boca y ojos semejante llamarada, nuestro Sr. don Quijote “enarcó las cejas, hinchó los carrillos, miró a todas partes y dio con el pie derecho una gran patada en el suelo……”
Pero la “albópoda” dama reaccionó rauda y veloz, argumentando a don Quijote, que sin duda alguna, Sancho, habría sido presa de un encantamente; cosa frecuente en la quijotescas historias cuando no se le encuentra explicación al asunto. Sancho, todo mohíno, reconoció su error y pecado por difamación (levantar chismes), se arrodilló ante su amo y le pidió perdón. Don Quijote, como buen padre, le dijo “-Agora acabarás de conocer, Sancho hijo, ser verdad lo que yo otras veces te he dicho de que todas las cosas deste castillo son hechas por vía de encantamiento”.
Destacaré la tierna expresión pronunciada por don Quijote: “ Sancho hijo”, en esta ocasión. Varias veces recuerdo haber leído “ Sancho hermano”, noble expresión también; pero la de Sancho como retoño de don Quijote, toca las fibras más sensibles del lector-cómplice: sensual, sensible, sensitiva.
Finiquitado el vergonzoso y casi erótico tema, se dispuso don quijote a descansar en sus
aposentos. Mientras tanto, los demás maquinaron la forma de llevar al de la Triste Figura a la aldea. Tuvieron una iluminación al ver pasar por allí una carreta tirada por bueyes: rápidamente fabricaron una jaula gigante de madera para poder encerrar en ella a don Quijote ,y, transportarlo cual cabeza de ganado, a la aldea.
Sin pensarlo dos veces, así lo hicieron. Y de nuevo echaron mano del recurrente recurso de los magos encantadores para convencer a don Quijote de que ellos no tenían la culpa de aquella situación.
Finaliza este fabuloso y fantástico capítulo con la promesa que hacen los carceleros a don Quijote de que se vería convertido en un “león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno (….) de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre”.
REVULSIVA NOTA:
Creo que me he extendido más de la cuenta en el comentario de hoy. He dudado mucho en poner unas frases u otras, o cortar por lo sano ,y, haberlo trasquilado cual oveja segureña en época de canícula. Entiendo que transcribir muchos fragmentos literales del libro no estimula la creatividad, pero, ¡ y lo que se ríe uno escribiéndolos!.
Genial capítulo que hace reir al más sombrío individuo.Esta es mi revulsiva aportación para con la tribu lectora del Quijote, domiciliada en el burgalés blog: La acequia; coordinada por el sin par profesor Pedro Ojeda Escudero, a quién dios conserve sano y sin más gripes muchos años.

viernes, 20 de marzo de 2009

CAPITULO XLV (1) DE DON QUIJOTE

PAISAJE DESPUÉS DE LA BATALLA (parodia de la guerra y lección de relatividad)

(Donde pendenciera y empedernidamente, don Quijote defiende a sangre y fuego, o mejor dicho a lanzón y oratoria, la autenticidad del yelmo de Mambrino).

1). Hablando en serio:


Nos enfrentamos hoy a uno de los capítulos más cómicos e hilarantes de cuantos contiene este, inicialmente, manchego libro.

No he podido resistir la tentación de transcribir aquí algunas “irresistibles” citas de cervantistas más que autorizados. (Citar es respirar literatura…., para no ahogarse en los tópicos castizos, en fáciles ocurrencias: Vila-Matas en una entrevista del Público Lee.)

Es hasta cierto punto extraño que una obra de tamaño alcance sea una obra cómica. Porque el Quijote es, por de pronto, un libro
para hacer reír, y así es como empezaron a verlo sus lectores.
No es que en literatura lo cómico sea de jerarquía inferior a lo trágico y lo dramático, pero lo cierto es que virtualmente la totalidad de las obras de primer orden de la literatura universal son dramas y tragedias, no comedias.
Es obvio que Cervantes es un humorista. Su ironía alcanza a todo, sin perdonar a su propia persona a la que muchas veces trata con humorístico desprecio. (V. Gaos 1959 y 1971).

El delirio, como materia de humor, tiende al idealismo y a la poesía, cuando lo trata un verdadero artista.(….) Don Quijote es un espíritu idealista.
El Quijote no corre peligro alguno de profanación o desdoro. No puede haber burla contra la mayor burla del mundo. Los grandes personajes de la literatura son irreductibles.
Quevedo busca la gracia en el escarnio y, como él, aunque menos intensamente en diferentes grados y modos, todos nuestros clásicos.(….) La excepción de Cervantes que ironiza, no con esa fraternidad piadosa que le atribuyen los que pretenden levantar un monumento a la perfección, que su grandeza natural no necesita; pero sí con el sentido filosófico y comprensivo –en realidad, un poco desdeñoso- que le proporcionaron su conocimiento de la vida, sus desilusiones personales y su escepticismo. Cervantes puede ser humorista, don Quijote, Jamás. (Antonio Espina, en Visiones del Quijote. Ensayos. 2005)

2). Hablando como dios, a cada cual, nos dio a entender:

Seré todo lo conciso que me sea posible, en esta mi particular perorata, para no cansar a mis caros y “ocupados” lectores.
Haber “plagiado”(legalmente ¡EH!. Mencionando las refrescantes fuentes) un par de textos en la sección anterior, me exime ahora de fatigar a mis holgadas y bucólicas neuronas, aún adormiladas en el crepúsculo de esta mañana (a cambio, me daré a la bebida de aguardiente Machaquito).

Nos sorprende cómo don Quijote en este capítulo, se ha transformado (y que no diga luego que fue obra de los encantadores) en todo un cabecilla de la kale borroka, repartiendo junto a sus secuaces, mamporros a diestro y siniestro.
Y todo porque un cuadrillero de la Santa Hermandad, haciendo raro uso de razón, dice que están todos locos: “Tan albarda es como mi padre; y el que otra cosa ha dicho o dijere debe de estar hecho uva”.
-“Mentís como bellaco villano –respondió don Quijote”.
-“Y alzando el lanzón, que nunca le dejaba de las manos…..”, pero nuestro valiente caballero falló el golpe, estrellando el lanzón en el suelo, convirtiendolo en mil astillas. Cosa incomprensible, fallar el golpe, en nuestro caballero, ya que desde su tierna juventud acudía jubiloso a todas las fiestas y ferias de la comarca; siendo su mayor especialidad pegar palos a las piñatas, las cuales siempre le recompensaban con algunos higos pasos o algún mondadientes de lechosa higuera.

Al reclamo del estruendo, y al imaginario olor de la sangre, acudieron a la contienda todos los presentes en la venta:
“El cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligía, Maritornes lloraba, Dorotea estaba confusa, Luscinda suspensa y doña Clara desmayada. El barbero aporreaba a sancho, Sancho molía al barbero, (….). De modo que toda la venta era llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mojicones, palos, coces y efusión de sangre.”

Y eso que, momentos antes, habían estado haciendo bromas. Otro de los cuadrilleros había dicho que no entendía como hombres de tan buen entendimiento parecieran locos rematados: que la bacía era bacía, y que la albarda lo era de asno.
-“Bien podía ser de borrica –dijo el cura.
Fundados argumentos tenía el cura al decir que era de borrica,¿es que nadie se había percatado del color de la albarda, que no era otro que el ROSA??; distintivo del “débil” y femenino mundo.

Como finalmente los cuadrilleros de la santa hermandad quisieron apresar a don Quijote, ya que traían un mandamiento judicial por haber libertado a los galeotes, DQ los azota con un improvisado e inesperado discurso que dejaría frío al más ardiente; pero, que por la hora que ya es, no voy a reproducir aquí (algunos ya estaban temblando jajaja), sólo diré que así comienza: “ Venid acá gente soez y malnacida….”.

Revulsiva nota:

Comentario al cap. correspondiente de don Quijote, en unión al grupo de lectura que coordina en el blog la acequia el maese profesor Pedro Ojeda.

Saludos a todos los paseantes (y sentados)

viernes, 13 de marzo de 2009

COMENTARIO AL CAP.1.42 DEL QUIJOTE

Nota de Ojito: Perdón, por no haber podido poner la imagen con el texto, debido a asuntos personales, he tenido que ir a Córdoba de viaje. Espero que les guste el montaje, gracias ..... saludos a todos.

NOTA PROVISIONAL:

Si algun desocupado lector llegara antes de que Ojito Saltòn haya publicado la imagen, le ruego que vuelva màs tarde; pues mi triste texto sin su imagen es como perro sin amo.


Cap 1.42 de don Quijote.
(Que trata de la conclusión de la aventura del Cautivo, y de la llegada de un oidor a la venta; con hija, pero sin cama).

Una vez concluido el relato cautivo-moruno, todos los escuchantes quedaron gustosísimos, y expresaron su gusto en poder volver a oírla algún otro día.

No coincidía ya Cervantes, en la segunda parte de la novela, con el gusto de los que más arriba he denominado escuchantes.
Según leo en “Claves de literatura española” de Vicente Gaos, el memorable Manco de Lepanto, no quedó satisfecho con la inclusión del Curioso impertinente y la Historia del Cautivo, en la primera parte del Quijote (siempre opiné que debía de haberlo pensado antes).

Metidos ya en faena del cap.42, vemos como llegan a la venta “ un coche, con algunos hombres de a caballo”, quienes pidieron hospedaje a la ventera. La ventera les contestó que lo sentía en
el alma, que aquella venta era de las denominadas de “suelo pelao”, o sea que, o traes tu propia cama, o duermes en el suelo.
Pero cuando, finalmente la ventera, descubrió la alta alcurnia a la que pertenecían aquel hombre, que era oidor, y su clara hija que lo acompañaba, que para más inri también se llamaba Clara, llegò a ofrecerle su propio dormitorio.

La bizarra, hermosa y gallarda doncella que iba de la mano del oidor, su padre, es motivo de unas elogiosas palabras por parte de don Quijote, quien, a todas las mozas y doncellas diviniza (algo menos a las casadas). Ésta que hoy nos ocupa será “al parecer de diez y seis años” (tierna ternera), y algunos de los milagros que don Quijote le adjudica son que, ante ella, “no sólo deben de abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y devidirse y abajarse las montañas, para dalle acogida”.

Y ya puestos con las milagrosas virtudes que poseen algunas doncellas, mencionemos otros poderes que el de la Triste Figura no declara, pero que “ansimesmo” son “anejos” a las albinas damas, como son:
1) Separar los mares, cual travesía bíblica, en su huída de Argel (“pa no mojase” las enaguas).

2) Ser galardonada por el pirata galo, con cuarenta escudos de oro (no sabemos si el galo le besó los pies, los otros le besaron las manos… en el cap.anterior. Ver sección “besamanos”).

3) Poseer un magnífico almacén de chatarra, parte de la cual luce al cuello, tobillos, rostro, ombligo, y tal vez en otras pudendas partes (el rostro y la pechuga podemos apreciarlos en el comentario al cap. anterior. Hagan girar hacia atrás las ruedecilla del ratón, allí Ojito Saltón les espera con la imagen).

Finalmente, dan cobijo a la clara chica , en el camarachón del sexo débil, que será débil sólo de fuerza física, porque de fuerza estética, las del camarachón, son unas “Sansonas”. De esta forma, reunimos en un mismo cielo, un trío de astros, que quemaran los ojos de tanto mirarlos. A saber: la del blanco pie (y por lo visto, también el resto del cuerpo), la manialba o metálica dama, y finalmente el astro más pequeño, pero no por ello menos embriagador a los sentidos, y que no es otra que la preclara hija del oidor, muchacha de claro nombre, que claramente prefería dormir en cama, y que no tiene muy claro (porque duerme) qué hace en la venta un encantador que canta, metamorfoseado en mozo de mulas (creo que no me expresé muy claro).

También se da la feliz coincidencia de que El Cautivo es hermano del recienllegado oidor. Todos celebran este reencuentro (con una cena, y doble para los que allí ya estaban) con dulces besos y húmedos lagrimeos.
Comunica el oidor a su reencontrado hermano que toda la familia se encuentra bien. El padre, ya “metido por verea” de sus lujuriantes y alcohólicos excesos, y el hermano menor lleva una vida próspera en el “Pirú”, país que se encuentra al ladito del “Icuador”.

REVULSIVA NOTA:
No estoy hoy muy contento de este comentario, lo he realizado en dos madrugones, cuando he echado mano, he perdido el texto del primer día, el cual he tenido que rehacer ahora, viernes tarde, deprisa y corriendo. Pero, ¿por qué les cuento yo mis penas? Jajajaja. Espero que les guste.

Saludos revulsivos y laterales.

viernes, 6 de marzo de 2009

CAPITULO XLI (1) DE DON QUIJOTE


"sólo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenía en la cabeza..."

CAP.(1) XLI

Donde se habla, tanto de los apreciados higos pasos de Sargel, en su principio; como de los rebaños de cabras de Vélez-Málaga, en su ocaso.

Feraces eran las tierras del jardín de Agi Morato, donde crecían felices las hierbas (verduras) y la hija del susodicho morito-Morato. Hasta esas tierras se acercó el renegado, con disimulo de recoger algunas yerbas para la frugal cena de esa noche, que consistiría en un buen plato de ensalada como primero y último plato.

En tan frondoso jardín, hallábase la frondosa Zoraida. Fecunda y frondosa, la morita, en joyas que adornaban y cubrían su cuerpo; de tal forma que difícilmente podía vérsele una mínima porción de su apetecible y verdadero porte somático: ”sólo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenía en la cabeza. En las gargantas de los sus pies,(….) traía dos carcajes de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, (….) porque la mayor gala y bizarría de las moras es adornarse de ricas perlas y aljófar”.

Estando el renegado tratando los pormenores del viaje con “La Dama de la Huerta”, llega un moro diciendo a voces que unos turcos están saltando la tapia de aquel “florido pensil” para robar los mejores nabos y coliflores que allí había.
Alertado el padre de la “metálica dama” de esta inesperada visita de los turcos, decide ir a ver la situación del verdulero robo, y pensando en el gran miedo que los morillos tienen a los del imperio otomano:”…porque es común y casi natural el miedo que los moros a los turcos tienen, especialmente a los soldados, (….) que los tratan peor que si fuesen esclavos suyos”.

En fin, el tiempo se pasó, y se llegó el día y plazo de nosotros tan deseado…” en el que habían concertado recoger la alegría de la huerta, que no era otra que la pródiga de la blanca mano, la conversa y mariana Zoraida.
Cuando ella hace acto de presencia, todos quedan boquiabiertos y cegados por la belleza de las galas que viste y por los destellos de los metales que porta. Viéndola, más se pensaría que hubiese sido invitada a una fiesta por los Príncipes de Asturias, que hacer la travesía del Mare Nostrum en un muy naufragable cayuco morabito: “abrió la puerta y mostrase a todos tan hermosa y ricamente vestida que no lo acierto a encarecer. Luego que yo la vi, le tomé una mano y la comencé a besar, y el renegado hizo lo mismo, y mis dos camaradas, y los demás que el caso no sabían hicieron lo que vieron que nosotros hacíamos….”.

Observamos impasibles, nosotros lectores, cómo del resplandor que desprendían los vestidos y ornamentos de la “metálica dama”, todos los embarcados quedan cegados. Por lo tanto, no es de extrañar que, convirtieran el recibimiento a la dama, en un “besamanos”, práctica habitual donde habitan las marianas y milagreras (como la que nos ocupa) figuras.

Una vez que ya hubieron besado, y bien embadurnado de diversos fluidos, la que en antaño fuera la blanca mano de Zoraida, procedieron a acomodarse en la nave. No quiso el renegado que el futuro suegro del Cautivo se quedara en tierra firme, por lo que fue obligado a realizar el crucero por el Mediterráneo; aunque con muy mal carácter. Lo mismo abrazaba a su hija “ternísimamente”(siempre después que El Cautivo, claro), que acababa maldiciéndola después de su frustrado intento de suicidio lanzándose a la mar:”¡Oh, infame moza y mal aconsejada muchacha!, ¿adónde vas ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros?”.


Después de rescatar, como ya queda dicho, al padre de Zoraida de una muerte segura en las mismísimas vísceras de Poseidón, se “trocaron” los vientos, por lo que pusimos rumbo hacia una pequeña cala: “que de los moros es llamado el de La Cava Rumía que en nuestra lengua quiere decir La mala mujer cristiana….”.
La Cava fue hija del Conde don Julián, noble godo a quien se le acusa de ser el responsable de la entrada de los moros en la península. Seguramente, el amigo Juan Goytisolo, no esté de acuerdo con Cervantes en este punto; y, ¡mira que Goytisolo admira al manco de Lepanto!. Por algo, el reciente premio nacional de narrativa, escribió: “Reivindicación del Conde don Julián”.

Tras diversas vicisitudes en la travesía, como el saqueo del cual son víctimas por mano de unos corsarios franceses (a Zoraida le regalan cuarenta monedas de oro, siempre hubo clases), arriban a la costa de Vélez-Málaga, donde son avistados por un cabrero, quien, confundiéndolos con moros, corre azorado en busca de la autoridad armada.

Cincuenta hombres a caballo (namás!) acuden al reclamo del ganadero. Por suerte, uno de los navegantes, reconoce a uno de los de la Policía Montada del Sur, quien era su tío carnal.
Este feliz encuentro facilita la entrada triunfal de la “troupe” marinera en el pueblo, donde son aclamados como héroes.

REVULSIVA NOTA:

Uff, qué capítulo más largo, este 1.41
He pretendido no ser muy cansino en mi comentario, pero la longevidad de los capítulos son inversamente proporcional a la agudeza en su interpretación. Espero no haberles aburrido……¡me tiraría al mar, como Agi Morato!

Saludos revulsivos desde literatura revulsiva.

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.