viernes, 27 de febrero de 2009

CAPITULO XL DE DON QUIJOTE

Yo soy muy hermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar conmigo; mira tú si puedes hacer cómo nos vamos, y serás allí mi marido…”

CAP. XL (I) DE DON QUIJOTE

Donde se cuenta el auténtico, original, y divertido sueño que, concedió el dios Hipnos, al auténtico, original, y divertido creador de la fantasía mundialmente conocida por el nombre de:
“Don Quijote de La Mancha”.

Acostumbran, los escritores de mente e imaginación portentosa (Cervantes, Dostoyevski), a crear, o mejor dicho, a soñar distintas fantasías, cuando la inhóspita geografía donde se encuentran y la ausencia de Libertad (la Libertad, Sancho, . . .), no les permite plasmarla en papel.

O, como en el caso que nos ocupa, el protagonista del sueño es el mismo soñador quien, encontrándose cautivo en unos, no muy aseados baños de Argel, sueña e imagina (“cómo será aquella que a él tanto le estima, y la la la….. “. Discúlpeseme la licencia musical), que es rescatado por una bellísima y acaudalada dama de blanquísima mano (en contraposición a la del blanquísimo pie), hija y heredera universal de su riquísimo y timorato padre, de nombre Agi Morato.

Y de la siguiente forma nos cuenta El cautivo, Sr. De Saavedra, cómo durante su cautiverio mantenía la mente ocupada, y la esperanza siempre viva, sostén de su muy etérea fe en un mundo libre, de la mano (blanquita) de la dama anteriormente mencionada:
“..porque jamás me desamparó la esperanza de tener libertad; y cuando en lo que fabricaba, pensaba y ponía por obra no correspondía el suceso a la intención, luego, sin abandonarme, fingía y buscaba otra esperanza que me sustentase, aunque fuese débil y flaca…..”.

Y es que, la de la blanca mano, había tenido una “institutriz” que la enseñó a apostatar de la fe de sus padres, y a abrazar una nueva religión, muy aficionada a quemar en la hoguera a todo aquel que osaba dudar de la infalibilidad de sus jerarcas. Asimismo, esta nueva religión que abrazó, que no es otra que la legendaria Católica Apostólica y Romana, para tener entretenido al personal, había inventado una cierta abundante cantidad de Vírgenes Marías “de tal y tal ”, con sus correspondientes ermitas en los montes más altos, donde siempre por la feracidad de sus tierras, pastaban sus ovejas unos humildes pastorcillos, a los que se le concedía el privilegio de ser visitados por la Virgen de turno.
(contemplamos atónitos, nosotros pecadores, cómo el soñador Cervantes lanza constantes guiños a la Iglesia Católica para asegurarse no tener problemas con La Santa Hermandad).

La “de la blanca mano”, cuya mano.., hace sucesivas apariciones, (es el núcleo del sueño de nuestro narrador-cautivo), por una ventana que, con el patio de los desaseados baños es limítrofe. Dicha albina extremidad, es el motor de una caña que, a forma de las de pescar, hace su aparición en el patio “cautivesco”. La caña, al final del sedal no lleva anzuelo, sino un mensaje para el más afortunado de aquellos presos. Dicho mensaje ha sido negado (como la negación del Pedro bíblico, no del nuestro ¡cuidado!), hasta tres veces…, a otros cautivos por no dar la talla caballeresca y cristiana (de nuevo, guiño):
Muchos cristianos he visto por esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú”.

El momento álgido, del “delicioso” sueño, se presenta a continuación de la última frase que he entrecomillado. Prosigue así, la blanca mora conversa, en el citado (y envidiado) pasaje (o sueño):” Yo soy muy hermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar conmigo; mira tú si puedes hacer cómo nos vamos, y serás allí mi marido…”

¡No puede existir hombre más afortunado en el mundo, que este cautivo!. Pasa en muy poco tiempo, de ser el hombre más desgraciado, preso en tierras extrañas, a ser el más dichoso; convirtiéndose, en un bajar y subir de párpados en dueño y señor de:
- La mejor hembra de la especie Homo.
- Una inconmensurable fortuna en metálico.
- Un suegro que no se entera de las maniobras de su hija.
Nota revulsiva:
Estimados amigos, no se olviden (como el cautivo) de soñar, ya que nosotros los “letraheridos”, para vivir, para sobrevivir, necesitamos de la nutrición de los sueños.

lunes, 23 de febrero de 2009

70 AÑOS DE LA MUERTE DE ANTONIO MACHADO


Estos días azules y este sol de la infancia . . . .
(Último verso escrito por Antonio Machado)
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan
cuando pueden, y laboran
sus cuatros palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan adónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino. agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran. pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.
Este es mi humilde homenaje a Antonio Machado, a los 70 años de su muerte.
LITERATURA REVULSIVA ANTONIO AGUILERA

viernes, 20 de febrero de 2009

CAP. XXXIX (1ª) DE D. QUIJOTE

¡¡ Señores !!, atiendan al profesor, no miren a la cámara....

El profesor D. Manuel de la Rosa explica a sus discolos alumnos, la verdadera historia del Cautivo, alter ego del mismisimo D. Miguel de Saavedra.

CAP. (1) XXXIX D. QUIJOTE

Donde se cuenta la disolución de una familia (sin madre, o se prescinde de ella) de las montañas de León (en contraposición a las llanuras de La Mancha de cuyo nombre bla bla bla). Posteriormente el hijo mayor nos cuenta su verdadera y desafortunada historia de guerrero de la mar.

La familia que nos ocupa consta de cuatro individuos:
El padre (hombre rico en tierras pobres) y tres hijos varones, valga la redundancia (no se menciona si alguno posee o conoce hembra).
Por lo visto, el padre, excombatiente, lleva un tiempo convertido en un crápula, frecuentando con asiduidad las insalubles zonas de “marcha” y “movida” (diurna y nocturna).
Suerte (para los hijos y su hígado) que el buen hombre cayó pronto en la cuenta, de que sus reservas monetarias, mermaban rápida y en forma considerable.
Por esta razón anteriormente esgrimida, el “pródigo leonés”, convoca en asamblea extraordinaria a sus hijos, y les dice:”vosotros estáis ya en edad de tomar estado, o, a lo menos de elegir ejercicio”.
Y es que el padre, además de quererles repartir algunos dineros antes de que todo se lo llevase el diablo y otras compañías femeninas también diabólicas, pretendía largarlos de la casa para evitar que tomaran dominio vitalicio de dicha vivienda, tal como él había barruntado que harían los muchachotes en los tiempos futuros; más concretamente a partir del último tercio del S.XX, tiempos en los que ya los crecidos retoños se han de convertir en vástagos endurecidos e inamovibles, donde no hay ya podadora que corte, ni brazo que arroje, a semejantes parásitos, fuera del desaviado tronco familiar.

-¡Hala, a volar cual avecillas migratorias!, les dijo; a continuación de lo cual, para que los muchachotes tomaran conciencia y elección de los caminos que podían seguir, les explicó el siguiente refrán: “Iglesia, o mar, o casa real”.
Es curioso (como el impertinente) como hace defensa, el padre, de los refranes; sobre ellos emite el siguiente peán:”Hay un refrán en nuestra España al parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas…..”
Todos los indicios apuntan a que, este ilustre (con lustre) caballero leones, estudió en la Escuela Refranera de un tal Sancho Panza, o, Pancho (saludos desde aquí) Zampa, que con el paso de los años además de el pelo se pierde la memoria.

Una vez que ya hubo expuesto el padre a los hijos, refranística y filosóficamente, los motivos morales, dio paso a los monetarios y patrimoniales (que son los que importan).
Y de la siguiente forma les habló: “Hijos (que también significa queridos), así que pasen ocho días, que son los mismos que restan para que alcance su vencimiento el Plazo Fijo, donde tengo depositados gran parte de mis dineros, sin defraudaros en un ardite, y confiando en que el banco no haya depositado mi dinero en Fondos Basura con el riesgo de perderlo todo, repartiré entre vosotros el importe de estos ahorros.

¡ALTO LECTOR, ESPERE UN MOMENTO!

Haremos un receso en el trabajo. Pueden ustedes fumar un cigarro mientras sube al estrado el profesor Manuel de la Rosa, (más conocido como Manolo Tucci en los saraos sanluqueños).
Nuestro egregio profesor de Historia, nos explicará la segunda parte de éste capítulo 39, en el que estamos inmersos. En él se relatan los pormenores de la guerrera vida del Cautivo, cautivo (de nuevo) finalmente de la turquesca armada.

Estemos atentos, “el tucci” (para los amigos) ya toma la palabra. Obsérvese en la imagen que encabeza e ilustra a este plúmbeo texto, al glorioso plantel de alumnos, quienes han sido ordenados con mayor o menor proximidad al profesor, según la atención que prestan y la asimilación que hacen de los contenidos impartidos en clase.

Recuerdo de mi lejana juventud, como ciertos profesores siempre tenían a golpe de vista a alguna destacada (y escotada) alumna. La imagen que nos acompaña no es una excepción.

Pero no divaguemos, y prestemos atención, que la clase ya empieza.
AGRADECIMIENTOS:
En primer lugar quiero agradecer al amigo Manolo Tuccitano su colaboración en el presente comentario.
A la señorita Dorotea por prestarnos su derechos de imagen (¡¡Que buena que está!!).
Y la siempre inestimable colaboración desinteresada de nuestros amigos D. Quijote, Sancho.
Finalmente a nuestro "director espiritual" Pedro Ojeda por soportar estos soporiferos comentarios, semanalmente.

sábado, 14 de febrero de 2009

CAP. XXXVIII (I) DE D. QUIJOTE

CAP. XXXVIII (1) DE D. QUIJOTE

Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras.


Cervantes pone este curioso (como reza el epígrafe) discurso en boca de don Quijote, al igual que el capítulo siguiente lo pone en boca del cautivo.
Pero el lector, mientras lee, está viendo al mismísimo Cervantes
pronunciarlo. Es, en gran medida, la historia de su vida.
Es al señor de Saavedra al que “vemos” y escuchamos contar su vida.
D. Quijote y El Cautivo no son más que el conducto utilizado.

Resulta menos verosímil el discurso platicado por el eremita de la “Peña Pobre”, pues hasta el momento, no había dado muestras más que de estar como un cencerro: “en los que escuchado le habían sobrevino nueva lástima de ver que hombre que, al parecer, tenía buen entendimiento y buen discurso en todas las cosas que trataba, le hubiese perdido tan rematadamente…”

Aprovecha don Quijote, el momento de la comida, para lanzarles el discurso a los circunstantes; consciente de que mientras quede comida ninguno ha de salir huyendo. Si total, él ya dijo en otro momento, que no “comía pan a manteles”, por más que el auditorio le insistió en que comiera, pero claro, cuando ya habían agotado los manjares. De todas formas, nuestro hidalgo, es mucho más locuaz en ayunas. Será, por eso que dicen, de que el hambre agudiza el ingenio.

A continuación despliega Cervantes, por boca de don Quijote como queda dicho, todos sus conocimientos acerca “de la letrada vida y la vida peleona”, que los dos supuestos, pertenecen a la experiencia y vida personal del “desbrazado” de Lepanto, quien fue soldado por devoción y letrado por obligación.

Demos gracias a dios y al turco que le descerrajó un arcabuzazo, dejándolo inhabilitado para el ejercicio de la armas, pues de otra manera no podríamos gozar ahora en esta nuestra edad de hojalata, de la lectura placentera, de éste su sabroso libro que no tiene parangón en el entero mundo.

A partir del (para nosotros) “feliz” accidente-incidente, sufrido por el Sr. De Saavedra, ya no tuvo que dormir al raso (o nublado) nunca más, sufriendo la orografía del terreno bajo sus espaldas y riñones; claro que, por mucha vueltas que diera en la cama, nunca se caería de ella si el descampado era lo bastante ancho. Ni tendría que preocuparse con qué vestiría la cama (la ventilación es importante en los dormitorios) o si se vestiría él mismo. “Ansímesmo” tampoco había de tener cuidado en cuanto a su alimentación, pues él ya sabía que los animalitos del bosque y las florecillas del prado, nunca se preocupaban en qué comerán ni con qué se vestirán; ya que, ni el mismísimo Salomón, en todo su esplendor alcanzó nunca la belleza de estas criaturas del Señor.
“Pues él, que está en los cielo, proveerá…” se consolaba pensando nuestro más universal y fabulador escritor, durante las largas y frías noches de invierno, con el relente por todo abrigo.

Finalmente, destacaré la condena que hace don Quijote de los modernos y destructivos armamentos, por ser uno de ellos el causante de la pérdida de su brazo:
“Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención…”.

Y puesto que nuestro profeta Sr. D. Quijote lo dice y lo condena, en el infierno se han de ver todos los malditos inventores y quienes utilizan los modernos armamentos de destrucción humana: llámense bombas de racimo, minas antipersona, bombas de fósforo o cualquier otro demoníaco artilugio.

Un hombre……, un nuevo Mesías lo ha dicho:
Nuestro muy amado Sr. D. Quijote de La Mancha, elevado a los altares por su profeta D. Miguel de Unamuno.


SALUDOS REVULSIVOS Y ESPOLONEADOS

viernes, 6 de febrero de 2009

CAPITULO (1) XXXVII DE D. QUIJOTE

Asistimos a un desfile de moda en la pasarela de "La Venta El Zurdo", con nuestros amigos D. Quijote y Sancho.


D. QUIJOTE DE LA MANCHA ( I ) XXXVII

Continuamos en la venta de Juan Palomeque “El Zurdo” reconvertida en casa de encuentros y cultura – donde nuestros personajes se encuentran todos locos de contentos, los jóvenes por haber hallado a su amada pareja; la ventera es “quien más se jubilaba y contentaba por la promesa recibida del cura y Cardenio de pagalle todos los daños que por cuenta de don Quijote hubiese tenido”.
Solamente Sancho era el afligido, desventurado y triste, puesto que, como humo se le fueron las esperanzas. La princesa Micomicona se hubo transformado en Dorotea, ello le acarreaba la perdida de gobernabilidad de una ínsula, condado, o cortijo andalú.
Mientras tanto don Quijote “se estaba durmiendo a sueño suelto”.
Despertado el amo, Sancho le espeta:
- “bien puede vuesa merced, señor Triste Figura, dormir todo lo que quisiese, sin cuidado de matar ningún gigante, ni de volver a la princesa su reino, que ya todo está hecho y concluido”.

Le explica Sancho a su amo, que el gigante muerto era un cuero horadado y la sangre seis arrobas de vino tinto que contenía; “ la cabeza cortada es la puta que me parió, y lléveselo todo Satanás”.

Vemos de nuevo que cuando a Sancho le juegan con el asunto patrimonial o monetario se pone insoportable.
Más adelante veremos cómo don Quijote le devuelve los dardos con el veneno de la ira incluidos en ella.

Llegadas las cosas al extremo de que don Quijote toma conciencia de la inutilidad de su batalla con el gigante, Sancho y las dos parejitas de enamorados se ven en la imperiosa necesidad de inventar otra historia con la que poder regresar a don Quijote a su aldea. Una historia donde nuestro héroe se vea obligado a socorrer princesa, doncella, gay, lesbiana, transexual, amancebada o viuda; que a él no atañe saber los motivos del estado civil ni la opción sexual en que cada uno se encuentra. Se basta con saber que es una persona necesitada y menesterosa.

Y para convencer a nuestro hidalgo, Dorotea idea un discurso que así empieza:
Quienquiera que os dijo, valeroso caballero de la triste Figura, que yo me había mudado y trocado de mi ser, no os dijo lo cierto, porque la misma que ayer fui me soy hoy.”
Concluido el discurso, a don Quijote no le queda la menor duda de que aquella blanquísima dama es la primigenia, original y auténtica princesa Micomicona, a quién él había dado promesa de reconquistarle el reino Micomicón tras cortarle el pescuezo al gigante de la “Vista atravesá
”.

A continuación don Quijote “se volvió a Sancho, y, con muestras de mucho enojo, le dijo:
- Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España. Dime ladrón, vagamundo…….. ( y terminó la reprimenda de la siguiente manera )………… ¡ Voto….- y miró al cielo y apretó los dientes- que estoy por hacer un estrago en ti, que ponga sal en la mollera a todos cuantos mentirosos escuderos hubiere de caballeros andantes, de aquí adelante, en el mundo !.

Es sano y recomendable volver a leer el fragmento anterior cada vez que, por distintas situaciones de la vida, (bronca del jefe, discusión y negativa de la parienta a cumplir con sus obligaciones conyugales, o cualquier otra circunstancia que deprima al varonil sujeto) se corra el peligro de perder la sonrisa del rostro…… la alegría de vivir.
Con cuentas de iniciar el viaje hacia el reino de Micomicón, se encontraban nuestros amigos, cuando llega a la venta un caballero “el cual en su traje mostraba ser cristiano recién venido de tierra de moros…”. Y ahora Cervantes nos hace una exhaustiva descripción de las ropas que el recién llegado viste y luce, que a buen seguro que si él participara en los desfiles de la pasarela Cibeles, recogiera los máximos aplausos y cotización que allí se dispensen por su calidad, variedad y elegancia.

Asimismo, el bienvestido, trae consigo a una fémina embozada, que no sabe articular palabra castellana. Mora es, y aún no bautizada, pero su gran deseo de ser cristiana la exime de su falta de remojo con las sucedáneas aguas del Jordán. Ni hasta “agora no se ha visto en peligro de muerte tan cercana que obligase a baptizalla”, visto lo cual, continuaba siendo portadora del pecado cometido por la Eva devora manzanas del Paraíso.

Cuando la mora descubre su rostro, con la venia de su señor bienvestido, Luscinda y Dorotea quedan tan maravilladas de su belleza y hermosura que, las dos a un tiempo, piensan pero no dicen, que la arábiga moza es sin duda alguna, más hermosa que la otra, que no de una misma. De esta forma, queda la mora, proclamada belleza suprema de la venta:
“y, como la hermosura tenga prerrogativa y gracia de reconciliar los ánimos y atraer las voluntades, luego se rindieron todos al deseo de servir y acariciar a la hermosa mora”.
Supongo que a Cervantes ya le será imposible incluir en El Quijote, alguna moza o dama más bella que la mencionada y adorada mora, quien acaba de arrebatar a la del blanquísimo pie, el título de Mis Venta, por ser la venta el lugar a donde van acudiendo las bellezas del terreno y las foráneas.
No describe Cervantes si estas nuevas bellezas superan a la del Toboso, quien ha quedado últimamente en el olvido.
Sospecho, que el nostálgico, melancólico, y tal vez desdeñado Cervantes, procure reflejar algún amor frustrado suyo, en las damas que desfilan por la pasarela Quijotesca.
Pobre hombre, mutilado del brazo y quizás también del corazón, según se deduce de la expresión que antes he citado: “como la hermosura tenga prerrogativa y gracia de reconciliar los ánimos y atraer las voluntades….”.Yo diría más bien de anular las voluntades, quedando el varón a la deriva dentro de las procelosas aguas del mar océano femenino que con sus furiosas olas abraza y desarma la integridad del (santo) varón de marras.

REVULSIVA NOTA:

Pensaba comentar seguidamente el episodio perteneciente a las armas y las letras. Pero por falta de tiempo…….y de imaginación para abordar semejante perorata, he optado por dejar reposar la mente hasta la semana que viene.
Que sean ustedes todo lo felices que la ausencia de elucubraciones les permita.

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.